Jean-Marie Le Clézio, Nobel de literatura en 2008, es el escritor vivo más grande de lengua francesa. En “El éxtasis material”, escrita hace 25 años, muestra nuestra humanidad con sus glorias y fracasos, jugueteando siempre al borde del abismo y ante un acontecimiento inevitable, la inmensa presencia de la materia, límite absoluto de nuestra fragilidad. El libro presenta, con crudeza, las verdades elementales de la vida. Y nos muestra esos pequeños momentos de verdad, en los cuales presente y realidad nos asfixian con abrumadora claridad, como revelación inesperada, en toda su dimensión, allí encontramos el éxtasis material.
En la capilla Cornaro de Santa María de la Victoria, en Roma, está una de las más hermosas obras de Bernini: El éxtasis de Santa Teresa. La escultura plasma el máximo amor de la virgen, un arrebato místico, una de esas sensaciones utópicas mezcla de arrobamiento, embeleso, dolor inmensurable de madre y máximo gozo, todo al mismo tiempo, todo lo cual la debió dejar como Bernini la esculpió: levitando.
Los tres más recientes estudios que evaluaron el consumo de drogas en Colombia coinciden en afirmar que en los últimos 15 años hay una paradoja estadística: mientras crece la frecuencia y variedad de drogas se reduce la edad de inicio del consumo. Ambos datos son tan dramáticos como escandalosos. Uno por destacar la creciente frecuencia de consumo y el otro por mostrarnos ese primer momento, escondido cada vez en la más tierna infancia, en el cual niños o adolescentes en Colombia inician esa espiral de adicciones, consumos y destrucciones.
El éxtasis fue la tercera droga de mayor consumo, y la lista y las adicciones crecen. La búsqueda de un momento místico, ofrecido por las publicitadas drogas, contrapuesto a los supuestos mínimos riesgos lleva a ese primer paso hacia el abismo. Nada más falso, aun el consumo de dosis bajas puede generar consecuencias orgánicas fatales: fiebre, deshidratación, mareos, ataques de pánico, hipertensión, falla renal, pérdida del conocimiento, inflamación del cerebro y convulsiones, además de la inevitable caída en ese precipicio de horrores mentales, trastornos del sueño, apetito, disrupciones sexuales, depresión, destrucción familiar, caos social.
Es ese momento de verdad, al comienzo de una vida, al borde del éxtasis material, una existencia aún vacía de todas las carencias y plena de tantas potencialidades que el caos se enseñorea sobre ella, la nubla, la borra. Para que la vida concluya como lo hace Le Clézio: “Sin saberlo, sin luchar, porque lo deseo, he comenzado el largo viaje de regreso al hielo y al silencio, hacia la materia múltiple, calma y terrible; sin comprenderlo, pero estando seguro de que lo hago, he empezado el largo viaje religioso que, sin duda, jamás terminará”.*Profesor Universidad de Cartagena
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