Columna


El debate

ÓSCAR COLLAZOS

20 de septiembre de 2014 12:02 AM

El debate del senador Iván Cepeda al senador Álvaro Uribe Vélez no fue un debate sino un monólogo de las partes. Fue, en cambio, una función entretenida: durante 8 horas, cada cierto tiempo, uno volvía al canal institucional a ver si ya se habían dado en la madre, como dicen los mexicanos. Pero no. El único que echó espuma por la boca fue Everth Bustamante, ex guerrillero del M-19 en brazos del uribismo.

La serenidad expositiva y el aplomo corrieron por cuenta de Cepeda. Volvía sobre hechos y sospechas, vínculos y alianzas del ex gobernador y ex presidente Uribe Vélez, pero no asomó la prueba fulminante que condenara al cabeza de familia del Centro Democrático.

La exaltación y la ofuscación del sistema nervioso vino por cuenta de Uribe, que lo tiene siempre alterado. Tampoco pudo probar nada de lo que pretendía probar contra el senador del Polo. Volvimos a saber que este debate enfrentaba a dos víctimas: al hijo de un hacendado asesinado por las FARC y al hijo de un dirigente comunista asesinado por los paramilitares.

El monólogo de Cepeda fue respondido por el monólogo de Uribe. Y luego, sucesivamente, vinieron los monólogos de los voceros de los partidos: Cambio Radical, Partido Liberal, Alianza Verde, Centro Democrático, Partido Conservador, Partido de la U, Polo Democrático.

Escuchamos intervenciones brillantes, de sinceridad desgarrada, como las de los jóvenes Galán y Lara, hijos de mártires víctimas del narcoparamilitarismo. Escuchamos la áspera ironía de Claudia López recordando los nexos de Uribe con los paramilitares. Como Cepeda, ella conoce esa historia y debe su prestigio político a sus investigaciones sobre la parapolítica.

Oímos a un lánguido José Obdulio esgrimiendo infamias más que pruebas, y a una fogosa Paloma Valencia, la escudera del senador ex presidente, y a un Antonio Navarro sensato, pidiendo un mea culpa colectivo. Vimos y oímos a un Serpa ponderado y socarrón, pero el debate anunciado no pasó una pelea de gallos con picotazos hirientes.

¡Y que vaina! Los que parecían enemigos y se insultaban, hace cuatro, cinco años eran los mejores amigos y colaboradores. No es cierto que el debate hubiera sido impulsado por Santos. El relato de Cepeda contra Uribe sólo le sirve Santos para un primer pulso entre su coalición y el Centro Democrático, porque hay mucha gente en la Unidad Nacional que podría figurar en el expediente de Cepeda.

El espectáculo teatral del miércoles mostró a la minoría uribista jugando a salirse de los debates, como juega  a salirse de la institucionalidad cada vez que las cosas le son adversas. En una bancada de obediencia ciega, bastará provocar al jefe para que todos salgan corriendo a entregar ¿pruebas? de nada a la Corte Suprema de Justicia o a embolarse los zapatos a la entrada de la Fiscalía.
*Escritor”
collazos_oscar@yahoo.es

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