Columna


Ejemplo de liderazgo

ÁLVARO E. QUINTANA SALCEDO

17 de abril de 2014 01:02 AM


En el marco de la Semana mayor se ha estrenado en todo el mundo la película “Hijo de Dios”. Sus productores son los mismos de la exitosa miniserie del canal History: “La Biblia”. La película conmueve e inevitablemente nos lleva a hacer un parangón de las cosas cotidianas con lo sagrado. Una de las reflexiones más importantes que deja la cinta, es la postura de Cristo ante las circunstancias económicas, políticas, sociales del contexto histórico del momento. A pesar de que Jesús se perfiló como un líder de masas no necesariamente respondió a ese liderazgo visionado desde la mente grupos políticos ya conformados de la época, como los Zelotes quienes basados en motivaciones religiosas procuraban la independencia Judía de la dominación romana.
Lamentablemente este grupo no siempre era pacifico y se iban a las vías de hecho para el reclamo de exigencias de derecho. Jesús, aunque tuvo momentos en los que se enardecía y demostraba férreo carácter ante la injusticia social y la explotación que infligían los romanos, nunca se mostró como un antagonista violento o militante de resistencias políticas.
Los seres humanos no entendieron su misión profética, como rey humilde, justo y salvador no se aferró a ninguna ambiciones de poder. Su reino no era de este mundo, pues los reinos de este mundo siempre ostentan distinciones políticas y juegos de dominio. No obstante hay un rechazo de cualquier tinte político en su misión divina, Cristo respeta y reconoce la organización administrativa como el elemento necesario para estructurar toda sociedad. “Al césar lo que es de césar”, sentenció sabiamente.
Ante la urgente necesidad de contar con líderes sabios, honestos, desligados del ansia de poder y riquezas, sería oportuno reflexionar en las percepciones de Jesús con respecto al orden político y social. ¿Qué apreciación tenemos del poder? ¿Hay opciones para la dirigencia política de alejarse del sentir egoísta del lucro y el beneficio propio?
El mayor líder que ha tenido el mundo dejó el ejemplo de asumir un compromiso  político, social y económico de velar por nuestro mundo, de luchar contra la pobreza y la desigualdad que nos embarga. Estas instancias apenas terrenas que no son nuestro destino definitivo, demandan una obligación moral de velar con ahinco por nuestro prójimo,  lo que él siempre llamó   “ser la sal de la tierra”, más allá de nuestra propia fragilidad humana.
Ojalá nuestros dirigentes y todos como ciudadanos algún día podamos apartar la mirada de las cosas superfluas que confinan a nuestra humanidad a la mezquindad más incomprensible, y trascender a una sociedad más justa, orientada a un orden más común, menos desigual, que reduzca brechas y garantice de una vez por todas bienestar para todos.

 


Alvaro E. Quintana Salcedo
Docente Universitario
alvaroquintana@gestores.com

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