Columna


Diciembre es así

CRISTO GARCÍA TAPIA

07 de diciembre de 2017 12:00 AM

Sobre un suelo que empieza a cubrirse ya de polvo, se esparcen profusamente hojas amarillentas, rojizas casi, de un otoño que nunca llega.

Hojas de almendro que el viento ni siquiera se molesta en desprender, ellas se dejan caer por la fuerza de su ánima vegetal cansada de vagar entre ramas.

De suspirar sin esperanza por un otoño remoto, incapaz de aposentarse entre el verde rotundo del invierno y el pardo marchito de un verano que hace apenas seis días empezó a rondar por los alares de esta casa solariega que llevo como un caparazón de amor sobre mi vida entera.

Diciembre es así.

Un verano tímido, lento y parsimonioso, que poco a poco se va metiendo entre las cosas, hurga en rústicos fogones cenizas de otro tiempo, algún tizón que alumbre memorias de una infancia que nunca acaba de pasar.

Canción de luz que en lo más hondo del alma deja de oír su inasible melodía; arcoíris que apacigua tempestades y truenos.

Lluvia que en lo más alto del verano deja caer sus gotas, humedad de párpados en los que germina el cielo; flores amarillas con aromas de eternidad que espantan por instantes, como soles, el aire de vejez que nos habita.

Diciembre es así.

Una mujer de tez blanca y ojos verdes que vuelve de su infancia en cada noche para contarnos cuentos de luna y bosques; de pájaros y reinas de trapo.

Y al alba, papá calzando abarcas, vistiendo sus coletas, preparando con sus manos de campesino un pan matinal para sus hijos y mamá. Un pan que se multiplica siempre; que nunca fue amargo ni duro, aunque parco.

Mi calle, larga y polvorienta, poblada de almendros y matarratones por la que corría descalzo, jugaba con bolas de trapo y echaba a volar mis ilusiones para que devoraran las alturas como los barriletes que elevaba tras el patio.

Diciembre es así.

Las vecinas barriendo las mismas hojas de los mismos árboles; mamá espantando con sus ojos cualquier ventarrón de tristeza que pudiera venir con los alisios; derrotando con su fe la indiferencia de Dios, su prolongando olvido más allá de su proclamada bondad.

Más acá de la casa y de sus cuatro costados, los vivos y los muertos; los que partieron un día con la promesa de volver y nunca más han vuelto a suspirar cercanos; los olvidados que vuelven en esta memoria fugaz de diciembre.

Diciembre es así.

Muertos amados envueltos en sudarios de ausencia, ajenos por completo al estrépito de los vivos que todo lo confunden y alteran en su prisa por llegar primeros a Ningunaparte, la ciudad sin dintorno de los espejismos.

Mamá envuelta en las albas del maíz, sus hijos, prematuros jornaleros, la alegría de leer, papá regresando sin prisa por la senda de los muertos amados.

Hojas amarillentas de un otoño que se asoma tímido con los vientos de diciembre y deja entrar el verano, límpido y brillante, en un cielo poblado de azucenas de la infancia.

Diciembre es así.

*Poeta
CRISTO GARCÍA TAPIA*
@CristoGarciaTap
 

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