La educación ha sido y será la herramienta más importante de una sociedad que desea transformar su suerte, la relevancia que tiene el conocimiento permite al ser humano desarrollar sus potencialidades y decidir sobre su futuro. Platón decía: “Si un hombre deja de lado la educación, camina cojo hasta el final de su vida”.
Vamos rumbo a la ‘paraplejidad’ según al informe de septiembre del 2017, en donde la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), señala que Colombia es el país de Latinoamérica que menos invierte en formación académica con un promedio de US$3.245, siendo el promedio a invertir de US$10.182 al año por estudiante; esto para las personas en primaria, secundaria y en la universidad, es decir no nos gastamos en muchas ciudades ni siquiera 10 puntos porcentuales como ocurre en Cartagena.
Por ejemplo, María Antonieta Cano, directiva distrital de la Asociación de Educadores (ADE) y miembro de FECODE, conceptúa que la inversión por estudiantes en Colombia debería ser por lo menos de US$10.000. Por tal razón satisface el acierto del alcalde (e) Sergio Londoño Zurek, al priorizar para el presupuesto de 2018, invertir en educación.
Pero vale la pena que la comunidad sepa que los presupuestos en educación son deficitarios a través de la historia, y ahora estarían haciendo falta más de 30 mil millones de pesos para el nuevo presupuesto rompiendo cualquier pronóstico de bondad; sumados a las fugas, posibles pérdidas y uso no productivo por los desaciertos en las inversiones de infraestructura, transporte, alimentación, vigilancia y capacitación.
Por eso al citar un debate sobre el posible cierre de colegios privados, discutíamos que más que unas “publicaciones de supuestas voces que generaron un trauma social”, deberíamos tomar de la mano la decisión del mandatario y mirar la educación de manera integral, con un diagnóstico completo de sus áreas, y se defina el plan maestro de educación para que no pueda ser variado por gobernantes de turno.
Pero esto de la emoción y el deseo tiene que reflejarse en la realidad y es en el departamento jurídico, Planeación y Hacienda, en donde se debe jugar un papel importante de reglamentar el uso del suelo para las zonas de expansión con construcciones bien habidas, y con ellas los prediales y plusvalías.
Hay que tener una oficina jurídica que revise los convenios y/o concesiones que puedan ser caducados o mejorados con destinos específicos para la educación, salud y seguridad, y una secretaría de Hacienda que fortalezca el control de lo declarado para los pagos de prediales e impuestos que se evadan, se disfrazan, se condonan, o se dejan de cobrar, aparte de pactar con los propietarios de alto turmequé o usufructuarios de terrenos en las islas, para fortalecer las finanzas del Distrito.
La podredumbre del hombre no solo se enquista en el corazón del funcionario, tal vez se desarrolla y se visibiliza más en unos sectores de trabajo, la podredumbre del hombre va como la procesión, por dentro, y explota en cualquier área en las que se desempeñe.
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