Columna


De puentes caídos

MAURICIO IBÁÑEZ

20 de septiembre de 2018 12:00 AM

Hace pocas semanas la tragedia golpeó a Italia de manera inesperada, cuando una de sus joyas de ingeniería, colapsó en medio de una tormenta eléctrica, enviando al vacío a docenas de vehículos con sus desprevenidos pasajeros, y a toda la ingeniería civil a un tumulto de especulaciones y culpas. Entre esas, se rumoraba que la falta de mantenimiento del puente, junto con el exceso de tráfico, habían debilitado sus estructuras. Mientras las imágenes muestran un relámpago golpeando el puente instantes antes de su colapso, autoridades y constructores deberán encontrar las respuestas para prevenir otros infortunios similares. El mundo entero las espera, y Cartagena deberá estar en primera línea de atención: aquí también hay tormentas eléctricas muy fuertes, como la que tumbó la Virgen de los Navegantes hace unos años; también ha habido un aumento considerable de vehículos, y éstos pasan sobre puentes diseñados y construidos décadas atrás. Un ejemplo de ello es el histórico Puente Román, que a manera de vaso conductor empata el barrio Manga con Getsemaní, con la Ciudad Amurallada y con los barrios peninsulares. 

Me pregunto si la alcaldía de Cartagena habrá verificado el estado del Puente Román, y si se habrá planeado un mantenimiento preventivo, a raíz de la tragedia de Génova. Nuestro icónico puente que no fue creado como un embudo pero que terminó siéndolo, y que además es muy usado entre los miles de turistas que nos visitan, es protagonista a casi toda hora del día de un tráfico alto y trancones en ambos sentidos. Cabe planificar un simulacro de desplome, sin que esto sea visto como un maleficio de la Edad Media, sino todo lo contrario: para estar mejor preparados, hay que planear no solo el mantenimiento sino el manejo de una hipotética  emergencia, ya que el desastre vehicular que se armaría ante un colapso del puente, sería de proporciones apocalípticas.

¿Cuáles serían las rutas alternativas? Finalmente, una administración seria contemplaría ya la construcción de otras vías de conexión: un puente entre Bocagrande y Manga, en forma más directa no queda nada mal, y si bien opositores y perdedores dirían que dañaría la visual, debemos reconocer que muchos diseños de puentes han ganado premios de ingeniería en el mundo desarrollado y suman al paisaje en vez de restar. Si no se quiere puente, se podría contemplar la construcción de un túnel, de esos que ya se han inventado con éxito y sin corrupción en otras latitudes. Claro, todo cuesta dinero. Pero cuando se trata de prevenir el costo de mantener desconectada a la ciudad por un tiempo indeterminado, deberíamos usar el lado de la ecuación que suma. Los italianos, quizás esperaron mucho. Nosotros estamos a tiempo.

 

 

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