Columna


De la corrupción y otras opiniones

JORGE RUMIÉ

15 de septiembre de 2017 12:00 AM

Desde los tiempos inmemoriales nos venimos quejando de la corrupción pública en Cartagena. Pero lo curioso de todo es que los corruptos no se eligen solos, necesitan de nuestro voto y eso es lo preocupante. Alguien decía alguna vez que cuando eliges a un corrupto para un cargo público no eres víctima, eres cómplice, y esas son dos cosas diferentes. Entonces ya te vas dando cuenta que eres parte del problema y por ende de la solución. ¿Estamos?

El día en que todos entendamos que somos parte de la solución, salimos adelante. Es la verdad. El problema grave se viene cuando no hacemos nada o delegamos la responsabilidad en otros, y así es muy verraco avanzar. Por ejemplo, cuando escuches a alguien decir “hay que”, corrígelo inmediatamente y dile que cambie por el “tenemos que”. No hay frase más sabrosona en la vida que proponer acciones bajo el llamado del “hay que”, porque suena a que venga otro tonto a hacerlo por uno.

¿Te has dado cuenta que entre más despelotada es una ciudad, mayor es la cantidad de personas que se sienten entre las más vivas del mundo? Es lo que conocemos popularmente como la ley del más vivo. Lo ves en el tráfico. En las filas. En comprar cosas robadas. En botar la basura en la calle y tapar el alcantarillado. En el poco respeto por los mayores. En no denunciar la corrupción. En la impuntualidad. En no votar en las elecciones populares o vender nuestro voto y luego criticamos a los gobernantes de turno… en fin. Y lo más extraño es que la vida misma nos enseña que es todo lo contrario: los despelotados somos los pendejos y los vivos son aquellos que cumplen las reglas y respetan al prójimo. O como dicen por ahí: “Si el pícaro supiera las bondades de ser honrado, sería honrado por picardía”.

La verdad, preocupa que una ciudad como Cartagena, que viene desempeñándose tan bien en lo privado (y lo dicen las estadísticas de lo portuario, turístico, industrial, comercial y construcción), tenga paralelamente un sector público tan ineficiente y corrupto, que propicia una pobreza tan lamentable. Porque te digo, estimado lector, que las conclusiones dan para cualquier interpretación: ¿complicidad? ¿Indolencia? ¿Intereses particulares? ¿Cobardía? ¿Apatía?

Por eso digo que para hacer parte de la clase dirigente de una ciudad y aparecer en la foto, también tenemos que estar dispuestos a asumir posiciones por encima de nuestros intereses particulares. De lo contrario, hágase a un lado y que vengan los otros.

jorgerumie@gamil.com

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