Desde niña recuerdo un chiste huesero, como decimos cuando es muy malo y con un dejo de estupidez, así: un tipo llega donde un tendero y le dice que le venda una limonada de limón, hacía demasiado calor, estaba empapado en sudor porque eran días sofocados, pues se avecinaban las elecciones en su país, y como siguió sediento, le pidió al tendero una naranjada de naranja. Don Luis, que no aguantó la curiosidad le aclaró que sí es limonada es de limón y sí es naranjada es de naranja, a lo que Paco le contesta: “No señor, porque aquel día pedí en otra tienda una mentada y me la dieron de madre”.
Y es que mentar la madre en otras épocas era muy delicado y peligroso, podía llevar a enfrentamientos y perder la vida, era el irrespeto más indeseado porque la madre era lo más sagrado y meterse con ella era la ofensa más descomunal que podía existir. Pero como todo evoluciona y se transforma, como por arte de magia y en este siglo XXI de afanes, desmesuras, prepotencias, consumismo, tecnología de punta, deshumanización y corrupción, se ve de todo, el “HP”, se ha convertido en muletilla en boca de las personas y ya no se siente como agresión sino como parte de la jerga de una sociedad que está curtida y descuartizada por las ansias del poder.
En este abanico de candidatos se ve de todo, saltan brincan y se contorsionan como los peces en la subienda, hay tanta abundancia que el anhelo de muchos en un país hambriento podría atragantarlos con las espinas del bocachico y eso acarrea un inminente peligro. El peligro nos acecha y continuamos en la cuerda floja, atiborrados de confusión, sin entender a ciencia cierta quién de los oferentes nos brinda un producto de calidad para arriesgarnos a invertir nuestra vida y seguridad social, acompañada de bienestar físico, económico, laboral, en alguien que nos acredite que este país de mucha gente HP, con caballos de fuerza para arrasar con todo y gobernarnos, no nos quieren envolver y meter el dedo en la boca, porque a pesar que muchos sabemos que si pedimos una mentada no las pueden dar de madre, ya eso no importa y seguimos apostando a comer roscones, diabolines y lamer las sobras de la mermelada derramada. Es como un sancocho, una revoltura de todo, los candidatos se ofenden, se acusan, se sacan los trapos al sol, se señalan, se agreden, en vez de demostrarnos a los votantes, ciudadanos esperanzados, que sí vale la pena votar por ellos por todo lo productivo que tratarán de hacer por nuestro país y que además, no se pondrán el hábito de monje, sino que se mostrarán tal cual son sin tanta verborrea denigrante que fastidia y no convence.
*Columnista
licorcione@gmail.com
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