Un cristiano en la silla de san Pedro es el título de una semblanza que del papa Juan XXIII hace la filósofa judía alemana Hannah Arendt en su libro, Hombres en tiempos de oscuridad, en el capítulo dedicado a Angelo Giuseppe Roncalli. Habla del humanismo y la sencillez de Juan XXIII y narra varias anécdotas que lo retratan como un alma cristiana, que es oportuno recordar en la oscuridad que viven nuestros hermanos de Venezuela y Nicaragua, por las dictaduras.
Narra Arendt que al papa Juan XXIII se le acercaron unos empleados del Vaticano a pedir reajustar sus salarios con la alternativa de disminuir los fondos de caridad. No dudó en hacerlo debido a que primero está la justicia que la caridad.
En sus visitas a los reclusos, los trataba de “hijos” y “hermanos”, y ordenaba abrir las celdas y quitar las barreras que lo separaran del sufrimiento de ellos, un acto de compasión y entrega, guiado por el mensaje cristiano, que es parte del lenguaje de los derechos humanos.
Estas anécdotas de Juan XXIII explican porqué la Iglesia de Venezuela y Nicaragua, con toda entrega y dedicación, está al lado de los oprimidos y su sufrimiento, ante las dictaduras de Nicolás Maduro y Daniel Ortega. El mensaje cristiano es defender la dignidad y la libertad de todas las personas. Vida digna y libre predican todas las iglesias cristianas en defensa de los derechos humanos.
En el cristianismo somos iguales en dignidad y libertad. Ya lo había dicho san Pablo, en Gálatas 3-28 al afirmar: “No hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay hombre ni mujer, porque todos sois uno en Cristo”. Sí, el mensaje cristiano es muy democrático e igualitario. Es un discurso universal en humanidad y, ante todo, es una religión que fundamenta y defiende los derechos humanos.
La Iglesia Católica está al lado de los oprimidos y de sus derechos humanos, como lo ha estado siempre, tal y como lo describe el filósofo y político italiano Pasquale Sofia, en ‘La liberación del oprimido. La Iglesia Política en América Latina’. Narra la defensa de los derechos humanos de los indígenas amerindios por parte de Antón de Montesinos y Bartolomé de las Casas. El cristianismo defenderá siempre los derechos humanos. Todo estadista debe tener en el centro de sus reflexiones políticas, garantizar estos derechos. Este es el sentido de mis textos acerca de la Defensoría del Pueblo y su autonomía. Uno debe estar siempre preparado para tiempos de oscuridad, evitar que ocurran, pero hay que estar listo y el reto es optimizar la Defensoría del Pueblo y proteger a los defensores públicos.
No es nada personal ni político en contra del defensor del Pueblo, sino, como dice el refrán popular, “cuando veas las barbas de tu vecino arder, pon las tuyas a remojar”.
La confusión y concentración de poderes en América Latina por el presidencialismo facilita llegar a las dictaduras. Lo prueban Cuba, Venezuela y Nicaragua, y nos invitan a revisar nuestras instituciones. Tenemos que estar alertas. Deben ser fortalecidas al descentralizarlas política y administrativamente.
“El cristianismo defenderá siempre los derechos humanos. Todo estadista debe tener en el centro de sus reflexiones políticas, garantizar estos derechos”.
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