El Espectador publicó un artículo sobre el asedio al Ministro de Salud por parte de políticos de la alianza del Gobierno que quieren apoderarse de las instituciones del sector salud (abril 18 de 2015). Semana divulgó en esa fecha una extensa entrevista con Juan Martín Caicedo sobre la corrupción en la contratación de obras civiles por parte de los gobiernos locales basada en una investigación de la Cámara Colombiana de la Infraestructura que él dirige. CMI reveló también que nombraron un director de FONADE vinculado a un cacique electoral de la Costa Caribe desatendiendo las recomendaciones técnicas del director del DNP.
Estos comportamientos están ligados a lo que los políticos entienden por gobernabilidad, pero es puro clientelismo. Este ha sido un cáncer permanente que se infiltra y destruye a las instituciones, que pierden la misión de servir al público y se convierten en instrumentos de poder de los barones electorales. La politización de la Superintendencia de Salud y de las EPS regionales ha sido una de las razones principales por la cual la ley 100, a pesar de sus notables logros, no ha cumplido su cometido a cabalidad. Los recursos que dizque se invierten para propósitos de innegable valor terminan mal invertidos o en los bolsillos de los corruptos.
Los políticos usan los contratos para pagar a quienes los apoyan en las regiones y esto da pie, en la Guajira, por ejemplo, a que la calidad de vida de los municipios esté negativamente correlacionada con la inversión hecha. Juan Martín Caicedo dice que la mayoría de las obras locales de infraestructura contratadas favoreciendo a políticos resultan fallidas o inconclusas, y los empresarios honestos que las podrían haber hecho bien y con menos recursos se quedaron por fuera del mercado. Hay desperdicio y pérdida de estándares éticos en el sector pública y en el privado (ser “pillo” paga). Los buenos funcionarios tienen que malgastar su tiempo atajando politiqueros, como en el caso en Minsalud, y será necesario hacerlo en el FONADE para limitar lo negativo de nombrar al ahijado del congresista. El clientelismo no gestiona gobernabilidad sino mal gobierno.
Fernán González, del CINEP, escribió un valioso libro analizando cómo se malformó el estado colombiano, las dificultades de integrar el estado central y las regiones, la violencia surgida de estos conflictos y el papel que ha jugado (F. E. González, Poder y Violencia en Colombia, CINEP, COLCIENCIAS y otros, Bogotá, 2014). También señala al clientelismo como característica permanente de ese proceso, usado para manejar las relaciones entre el Gobierno central, los partidos tradicionales y las élites regionales, y entre estas y su clientela (población subordinada y dependiente). Este origen histórico y su continuidad son sin duda una barrera pero también una poderosa razón para marchitar el clientelismo, por su costo y los obstáculos al bienestar económico, social y cultural.
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