Ahora que la crisis migratoria venezolana empieza a tener sus repercusiones en Cartagena conviene preguntar qué significa la ciudadanía en un mundo globalizado. La ciudadanía se concibe en dos dimensiones. La primera es el estatus legal que se da a los miembros de un territorio nacional, que gozan de los derechos y deberes que garantiza el Estado. La segunda los vincula a un proyecto normativo donde deciden cómo debe ser su sociedad. A través de la participación en este proyecto, los colectivos generan sentido de pertenencia que da forma a su experiencia como ciudadanos.
La socióloga Saskia Sassen destaca tensiones entre ambas dimensiones. Para esta germano-estadounidense, hay personas que desarrollan fuerte pertenencia a una sociedad nacional sin recibir el estatus legal de ciudadanos. Esta situación alienta a los movimientos sociales a luchar por la inclusión de derechos legales para la población sin ciudadanía. Por otro lado, destaca que hay personas que tienen el estatus legal de ciudadanos pero no el sentido de pertenencia. Esta última circunstancia inspira a organizaciones civiles a expandir e innovar las formas en que las personas participan.
En tal sentido, el proyecto de ciudadanía en el mundo actual consiste en el acceso de personas sin derechos al estatus legal y a su ejercicio efectivo. La pregunta clave aquí es si este proyecto debe continuar organizándose solo a nivel nacional, en medio de un presente que se reconoce por la interconexión global.
Si bien esta mayor dependencia genera nuevas oportunidades, también acentúa resistencias y conflictos que sobrepasan las fronteras nacionales. Así, la noción de ciudadanía se complejiza, ya que su respuesta no se limita al marco de un Estado nacional.
El reciente aumento de la retórica nacionalista demuestra el temor a reconocer el carácter global de la ciudadanía. Esto implica que la posibilidad de una inclusión más amplia -la ciudadanía global como estatus legal- está lejos de lograrse. Sin embargo, el pertenecer a una sociedad global puede motivar movimientos transnacionales que expandan aún más lo ciudadano. Un paso clave es aumentar las nociones sobre qué son las prácticas de ciudadanía e incluirle activismos transnacionales.
Por lo visto, el activismo se centra en las luchas transfronterizas en torno de aspectos como los derechos humanos, la migración y el cambio climático. Esta agenda ya orienta las acciones de millones de nuevos ciudadanos. Alentar a los jóvenes a vincularse a organizaciones y grupos cívicos que abordan estos temas desde una perspectiva supranacional sembraría las semillas de una futura ciudadanía global.
*Profesor –UTB
COLUMNA EMPRESARIAL
nwoodward@utb.edu.co
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