Bueno, como son tantas las noticias que nos llegan de la Heroica, me veo obligado a hacer un “batiburrillo” de opiniones:
Lo primero que quiero decir es que celebro - por fin - la decisión de Cardique de restringir el número de personas que pueden llegar a Playa Blanca, para frenar el despelote apoteósico que allí se vive. Tenemos que poner orden, por Dios, porque de lo contrario, como lo manifesté en mi columna anterior, estaremos acabando con la mejor playa que tenemos y con la oportunidad de oro de crear un verdadero polo de desarrollo turístico para la ciudad.
Es increíble que estando rodeados en el Caribe de los mejores ejemplos en el mundo de cómo administrar unas playas con criterio ecológico y empresarial (como Cancún, Bahamas, Aruba, Curazao, Punta Cana, entre otras), nosotros sigamos apegados obstinadamente al modelo de “Bazurto” de administrar nuestros activos.
Cambiando de tema, quiero celebrar también la decisión de Edurbe de acometer la construcción de la famosa avenida Quinta de Manga. Entre muchas razones, dicha obra es importantísima para la ciudad por su aporte en movilidad pública, para el desarrollo del proyecto de Canales y Lagos (lo que incluye el transporte acuático), para la construcción de parques en la zona, y para regresarle a Manga el estatus perdido de un barrio normal. Es clave que la ciudad entienda los beneficios que dicha avenida tiene.
Siguiendo con el batiburrillo de temas, me refiero ahora a la última columna del comunicador social Germán Danilo Hernández (El Universal del 11-07-17), bajo el título “Peajes: algo huele mal”, en referencia al debate suscitado en la ciudad con la duración de la concesión vial del Corredor de Carga, a propósito de una auditoría realizada por la Contraloría Distrital. Pues bien, quiero manifestar que me uno a la petición del columnista para que la Alcaldía se pronuncie sobre dicho menester. Desde hace años vengo escuchando que las proyecciones de tráfico (léase ingresos financieros del concesionario), rebasaron exponencialmente los estimativos más optimistas del modelo financiero. Entonces, ¿qué pasa?
Finalmente, me despido diciendo que el problema de las construcciones ilegales en Cartagena no sólo asusta por la posibilidad de que otros edificios se caigan solos, sino porque: ¿qué pasaría en la ciudad si sufrimos algo parecido a un terremoto? Mientras en Chile murieron dos personas con un terremoto de nivel 7 en la escala de Richter, en Haití murieron 300.000 con uno de escala 5. ¿Estamos?
jorgerumie@gmail.com
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