Columna


¿Asomos de neofascismo?

ARMANDO MERCADO VEGA

24 de febrero de 2017 12:00 AM

La historia del advenimiento del fascismo parece estarse repitiendo, esta vez con nuevos protagonistas y hechos políticos. Este tipo de regímenes autoritarios, ultranacionalistas y racistas, florecieron en la Europa continental entre la Primera y Segunda Guerra Mundial.

La suma de hechos como la crisis económica de 1929 y sus secuelas, la lucha contra la expansión del comunismo, los sentimientos revanchistas heredados de la Primera Guerra Mundial, y la xenofobia, permitieron el ascenso de líderes que capitalizaron los descontentos y reivindicaciones de una parte considerable de las sociedades europeas.

Europa se llenó de estos regímenes. Los más conocidos fueron la Italia de Mussolini -el fascismo original-, la Alemania de Hitler -el fascismo más desarrollado-, y la España de Franco -el fascismo por imitación-.

Pero hubo otros menos conocidos con consecuencias también indeseables: la Grecia de Ioannis Metaxás, la Rumania del Rey Carlos II, la Hungría de Miklós Horthy y la Austria de Engelbert Dollfuss, por mencionar algunos.

El triunfo de los aliados en la Segunda Guerra Mundial supuso el fin de la mayor parte de los fascismos europeos, sobreviviendo sólo la España de Franco y el Portugal de Oliveira Salazar en sus versiones más corporativistas.

En la actualidad, la crisis financiera de 2008 y sus secuelas, la masiva emigración a Europa de refugiados provenientes de distintas guerras civiles y de estados fallidos del mundo islámico, el desmonte paulatino del Estado de Bienestar y la lucha global contra el terrorismo, han permito el resurgir del nacionalismo y la xenofobia en buena parte de Europa y el mundo.

El triunfo del Brexit en el Reino Unido, la elección de Donald Trump en EE.UU, el punteo de Marine Le Pen en las encuestas presidenciales de Francia, el favoritismo del millonario Andrej Babis para ser primer ministro en República Checa, y fuerzas políticas como las de Geert Wilders, en Holanda, son señales de estos nuevos movimientos.

La mayor parte de los políticos señalados apoyan la idea de abandonar la Unión Europea y desarrollar fuertes medidas contra la inmigración, a la que relacionan con el terrorismo islámico, la pérdida de empleos para sus nacionales y el colapso de los sistemas de asistencia social en sus países.
Ya no son los judíos sino los refugiados; ya no es el comunismo sino el terrorismo. Los chivos expiatorios cambian y los “ismos” también, pero las lógicas autoritarias y xenófobas del fascismo parecen mantenerse y reinventarse. 

*Director- Programa de Ciencia Política y Relaciones Internacionales-UTB

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