“Con el fin de evitar los excesivos calores y las enfermedades que tienen lugar durante el verano en Cartagena y en las áridas costas de Barú y Tierra Bomba, los europeos, que no están sazonados al clima, se mudan al interior, al pueblo de Turbaco. Este pequeño pueblo de las Indias se encuentra en una colina, a la entrada de un bosque majestuoso. ...Aquí y allá manantiales cristalinos emanan de una roca calcárea…y están a la sombra del espléndido follaje del caracolí, un árbol de tamaño colosal, al que los nativos atribuyen la propiedad de atraer desde grandes distancias los vapores flotantes en la atmósfera. …Nosotros residimos en este lugar encantador en el mes de abril de 1801.”
Así describió el Barón Alejandro de Humboldt su estadía en Matute, donde cien años después se construyó el primer acueducto de Cartagena por la compañía escocesa Cartagena Water Works Company. Hasta entonces, el agua aquí era de aljibes de agua llovida y burretes de agua salobre donde pululaban larvas de mosquitos de distintas especies, cada una portadora de parásitos temibles. Uno de ellos, el nematodo Wuchereria bancrofti, traído de África con los esclavos, producía la atrofia de los testículos, llamada potra.
Sobre los aljibes y la potra, dice Gabriel García Márquez en El amor en los tiempos del cólera: “Al agua de los aljibes se atribuyó durante mucho tiempo, y a mucha honra, la hernia del escroto... Cuando Juvenal Urbino iba a la escuela primaria no lograba evitar un pálpito de horror al ver a los potrosos sentados a la puerta de sus casas en las tardes de calor, abanicándose el testículo enorme como si fuera un niño dormido entre las piernas....Cuando el doctor Juvenal Urbino regresó de Europa ya conocía muy bien la falacia científica de estas creencias, pero estaban tan arraigadas en la superstición local que muchos se oponían al enriquecimiento mineral del agua de los aljibes por temor de que le quitaran su virtud de causar una potra honorable.” Continúa nuestro Nobel contándonos que fue el Padre Delura quien le curo a un gobernador “una potra de dos libras con las aguas depurativas de Turbaco.”
En el Jardín Botánico “Guillermo Piñeres”, en Matute, Turbaco, conservamos estos manantiales descritos por el famoso explorador alemán, junto con sus caracolís majestuosos y con el apoyo de Cardique monitoreamos el flujo y calidad del agua de estos manantiales.
El agua de los manantiales de Turbaco es uno de los servicios ecosistémicos más preciados de los cartageneros desde la colonia, llegando a acuñarse a principios del siglo pasado un dicho popular que decía: “¡Aprovecha Juan, que es agua de Matute!”
Addenda: me pregunto, ¿que efecto tendrá la explotación minera en Coloncitio sobre la permanencia de estos manantiales milenarios?
Director Jardín Botánico Guillermo Piñeres
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