Columna


Antes de acordar todo

ALFREDO GARCÍA DE ZUBIRÍA

29 de octubre de 2014 09:29 PM

La metodología usada en los diálogos de La Habana pareciera ser la de llegar a acuerdos parciales dejando para el final lo fundamental.

Es una técnica para distraer la atención del pueblo expectante, mientras el coro del Gobierno trata de callar a quienes manifiesten cualquier duda o desacuerdo.

Sin embargo, por mucho escozor que causen las intervenciones de los opositores, no a la paz sino a la falta de nitidez de las reglas para poner a funcionar la  nueva sociedad que se está armando, hay que aceptarlas porque están en juego dos pilares de la democracia: la libertad de opinión y la libertad de acción.

Todos queremos la paz y una paz que no dé espacio para iniciar otra guerra, como ha sido nuestra costumbre desde el inicio de la República. Los antecedentes históricos y actuales generan incertidumbre por lo que sucede en La Habana.

En el S. XIX cada negociación de paz dejaba los gérmenes para incubar la siguiente guerra. En el presente gobierno todas las reformas (justicia, educación, régimen carcelario, etc.) que necesita el país han fracasado. ¿Por qué no podría fracasar lo acordado en Cuba? El país se pregunta de dónde saldrán los cuantiosos recursos para cumplirles a las Farc. Con un presupuesto deficitario y con los precios del petróleo y carbón bajando el horizonte económico es estrecho. En esto hay un camino al incumplimiento de lo pactado.  

Traigamos a la memoria un ejemplo del pasado. En el siglo XX se intentó una fórmula de reconciliación para sembrar la paz: el  Frente Nacional, con resultados desafortunados. García Márquez escribió en el prólogo del libro “Mi gente”, del ex presidente Alberto Lleras, lo siguiente: “Lo que no se le pudo pasar siguiera por la mente es que la perversión de su fórmula [de A.LL.C] maestra del Frente Nacional sería el origen de la despolitización, la dispersión de los partidos, la disolución moral, la corrupción estatal, en medio de la rebatiña de un botín compartido por una clase política desaforada.” 

En el presente podríamos cometer peores disparates que el del Frente Nacional, como es, entre otras, la propuesta de desconocer a la Corte Penal Internacional  en lo que se refiere al castigo riguroso a los que han cometido delitos atroces y de lesa humanidad, igual que negarse a extraditar a los guerrilleros traficantes de coca y secuestradores de ciudadanos de otros países. Esos son algunos de los “sapos” muy grandes que hay que tragarse. Pero, los gobiernos de otras naciones no tragan sapos ni aceptan tanta complacencia para una política que no se sabe en dónde terminará.

Si Colombia no honra los compromisos contraídos con la comunidad internacional, quedará como paria del mundo, además de expuesta a represalias que nos harán la vida invivible.  

algaz@costa.net.co

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