La selección Colombia ha logrado unir, sin distingos de raza o clase, a todo un país, a ciudades, pueblos, corregimientos y caseríos.
Es una motivación única, un fervor inusitado que abraza a adultos, jóvenes y niños.
Desde muy tempranas horas del día, los aficionados de Cartagena y todo el Departamento se veían exaltados, vestidos todos con su camiseta amarilla y enarbolando el tricolor nacional.
Muy pocas veces un equipo había despertado tanta pasión. Las mujeres y niñas con sus camisetas y sus jeans se pavoneaban también como diciendo: "a mí también me gusta el fútbol, yo amo a esta Selección".
En todos los barrios de Cartagena la energía estaba centrada en el partido. Las calles y casas se adornaron y pintaron con los colores de Colombia. Los estaderos, tiendas y centros comerciales se la echaron. Cada gol (dos de Jackson, uno de Cuadrado y otro de James) se gritó a todo pulmón. Japón fue arrumado por estos pelaos que esgrimieron pinceladas de buen fútbol. Cartagena vibró y se gozó sanamente el triunfo y la clasificación de su Selección. Oeee, oeee, oeee, oeee, oeeee, Colombia se sobró.