Ramón Coté y Gonzalo Moure mantuvieron la atención de más de 30 niños durante dos horas, cosa que no es fácil, pero ¿cómo lo consiguieron? Contándoles historias comunes y corrientes, que extraídas de esa bolsa que se llama “cotidianidad” se vuelven extraordinarias cuando se perpetúan en un libro ilustrado a todo color.
Los menores participaron entusiasmados de dos talleres organizados por Hay Festivalito en la Universidad de Bellas Artes y Ciencias de Bolívar para aprender a ser escritores. Lo mejor era ver como los ojos de varios de ellos se agrandaban al escuchar los relatos de los autores y otros hacían caras de perplejos ante alguna exclamación o travesura de los personajes que dan vida a las historias.
La lectura fue el puente para crearle consciencia a los niños que todos podemos darle un lugar significativo al escritor que llevamos dentro si sabemos jugar con el poder y la emoción de las palabras.
LAS PALABRAS SON JUGUETES QUE SE TRANSFORMAN
A través de la lectura de tres de sus mejores cuentos: Feliza y el elefante, Magola y la ley de la Gravedad y El gato izquierdo; el escritor Ramón Cote guió a un grupo de niños de Nelson Mandela, Gambote y Sincerín en el “cuento de las palabras”.
Autor y lectores se unieron para descubrir que todos tienen una idea, algo que contar, algo que recordar y que para convertir todo ello en una buena historia se necesitan las palabras.
“Con las letras uno puede imaginar el mundo”, dijo Coté a los menores que lo escuchaban atentamente.
El escritor les explicó cómo un libro puede originarse de un buen recuerdo o simplemente de una imaginación orientada por las cosas que vivimos o vemos a diario.
Para ello les habló de los recuerdos de su infancia que dieron lugar al cuento “Feliza y el elefante” y Magola y la ley de la gravedad y de cómo un sueño lo inspiró para inventar “El gato Izquierdo”.
PARA ESCRIBIR UNA BUENA HISTORIA SÓLO SE NECESITA SABER MIRAR
La enseñanza sobre las palabras que Cote compartió con los niños, el español Gonzalo Moure la complementó con una exhortación a la escritura libre, inspirada en saber mirar a nuestro alrededor.
“Para escribir sólo se necesita saber mirar”, dijo el español, pero aclaró que saber mirar es un don que no tiene todo el mundo.
“Hay quienes tienen una percepción especial para ver bellezas en donde el resto del mundo sólo ve porquerías”, expresó Moure.
De nada vale tener una gran técnica, ser el mejor gramático del mundo y tener una ortografía perfecta si no tienes una historia que contar, expresó el escritor a los niños antes de entusiasmarlos a escribir una novela de doce palabras y relató emocionado como este ejercicio había causado unos efectos “fantásticos” en algunos niños de otros lugares del mundo, a donde él había sido invitado a compartir sus experiencias literarias.
Moure puso de ejemplo la novela corta de una niña de Riohacha que le cambió la vida a él en un segundo: “Una mariposa vive un día, pero goza toda una vida”. “Es una novela significativa que me hizo reflexionar sobre el bien que me hace ignorar que estoy viejo y que por esa razón la vida se está acabando; es mejor disfrutar mi vida porque esta empieza cada día. Cada amanecer es una nueva oportunidad para disfrutar nuestro paso por ella”, expresó.
El autor de “Palabras de Caramelo” le contó a sus espectadores como una niña sorda que en un campo de refugiados en el desierto de Sahara le había preguntado si cuando un camellito movía sus labios hablaba, lo había inspirado para escribir este cuento en el que intentó inmortalizar la emoción de ese momento.
Vea la entrevista a Gonzalo Moure:
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