Lo que menos abunda en los momentos de desesperación y en el remolino implacable de las malas noticias, es la prudencia. El mismo Gabriel García Márquez al igual que toda su familia, han sido prudentes a la hora de referirse a dos de los cánceres que el escritor ha combatido con un espíritu aguerrido y un espíritu indoblegable.
Es casi imposible imaginar que el escritor escribió novelas y cuentos que ya son clásicos de la literatura del universo, batallando contra la muerte. Una de las preguntas que siempre rehusó responder a los periodistas insaciables era lo referente a su vida privada, a las enfermedades y a su visión de la muerte. A mí me dijo que lo peor de la muerte “es que es para siempre” y me regañó por hacerle semejante pregunta. Y se molestó cuando un periodista infidente vino de Estados Unidos a indagar sobre su salud en Cartagena. Creo que incluso en el caso de verificar un dictamen médico sobre la salud del más grande escritor que ha dado Colombia en toda su historia, la noticia requiere siempre de un equilibrio entre la prudencia, la honestidad y la ética profesional, pero la subjetividad entre lo que no deseamos y la realidad despiadada, vuelve a derribarnos. La suspicacia de los periodistas es terrible. Desde que el escritor regresó a su casa de México, el pasado 7 de abril, dado de alta, en medio de un cerco natural de privacidad, en donde nadie volvió a verlo, se creó un germen de inquietud e incertidumbre sobre la salud del Nobel de Literatura.
La salud de un escritor como García Márquez se ha manejado herméticamente como un asunto de estado. Pero esta vez se han quebrado los silencios y el mundo está pendiente de su salud y de la batalla que libra el escritor desde que fue hospitalizado por un cuadro de deshidratación y un proceso infeccioso pulmonar y de vías urinarias. Los medios mexicanos han revelado al mundo que varios órganos del escritor están comprometidos: pulmón, ganglios e hígado. Se ha vuelto a hablar del cáncer linfático descubierto a García Márquez en 1999.
Los hijos del escritor Gonzalo y Rodrigo García Márquez que acompañan a su padre, han respondido con prudencia al respecto reafirmando que Gabo muestra una mejoría ante su estado de salud y niegan las noticias de los medios. Ninguno de los familiares afirma ni desmiente lo del cáncer linfático.
García Márquez, pese a todos los quebrantos de salud, ha sido un hombre fuerte. Sus ancestros guajiros y sucreños fueron longevos. Su madre murió a los 97 años y su padre a los 84 años. A los 65 años el escritor empezó a jugar tenis para reemplazar sus largas caminatas gimnásticas. Siempre ha creído que es de mal agüero hablar de enfermedades y de muerte. Alguna vez en una pregunta proustiana dijo que su deseo era llegar a los cien años, pero después complementó la frase inesperada de que quería ser inmortal.
Amanuense de buenas o malas noticias, cada periodista tiene un corazón que pende como la rosa del vaquero de la canción, y desearía estar equivocado a la hora de escribir que Gabo libra una nueva batalla contra la muerte.
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