No resulta exagerado decir que en cada esquina de Mompox un saxofón o clarinete matizaba la cotidianidad.
Los instrumentos, así como sus ejecutantes, fueron los protagonistas del segundo día del Jazz Festival que desde las 10 de la mañana se deshojó entre una agenda académica con la Big Band de Tennessee (EE.UU.), y una feria gastronómica que le recordó a los asistentes la singularidad de la cocina momposina.
En la Iglesia Santo Domingo la interpretación de los clásicos del jazz americano y latino, por parte de la Sinfónica de Unibac, agregaron al ambiente húmedo de la tarde una noción de estrépito musical que encandiló a los presentes.
Sobre las 5 de la tarde varios artistas de la región improvisaron grafittis sobre las paredes blancas de algunas calles aledañas a las plazoletas principales materializando visual y coloridamente el paso afortunado del festival por la población.
Más adelante, cuando se consumía la tarde en un ocaso macondiano, la Cartagena Caribe Big Band ofreció uno de los conciertos más memorables de la jornada en la plaza de La Concepción.
La clausura
El cuarteto de la Universidad de Tennessee fue el encargado de abrir los telones de la clausura con una improvisación de jazz alucinante en la que sorprendió la contundencia del ritmo rápido del bajo.
Desde la plaza de Santa Bárbara, mismo escenario de la inauguración, las notas de los saxofones serpenteaban en el aire cálido entre los miles de asistentes momposinos y foráneos, e incluso el concierto podía escucharse desde la ribera del Río Magdalena.
La colombiana Maía demostró que el jazz en su caso es un recurso imprescindible y fluido al que acompaña con la sutileza de su voz, evocando entonces el momento más romántico de la noche.
Así transcurrió la velada en la que se concluyó la segunda edición del Mompox Jazz Festival. Fuegos artificiales alumbraron la noche que ya de por sí estaba prendida de alegría inevitable.
Al márgen de la madrugada, Chocquibtown dejó sobre el escenario la visión urbana de este género, ante el cual casi toda la población se reunió para comprobar que pese a que habrá que esperar un año para vivir de nuevo la fiesta de la música, el jazz se respira como necesidad irresistible.
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