Cultural


De reportero en El Universal a Premio Nobel de Literatura

EL UNIVERSAL

27 de abril de 2014 05:21 PM

*Alfredo Pernett Morales
El Universal

Gabriel García Márquez debe tener nostalgia de sí mismo.

Lo elevaron a la cresta de la gloria inmortal sin consultar su autentica vocación: El periodismo.

Este oficio ejerce sobre él una subyugante fascinación y por eso cruzó la frontera que lo separa de la narrativa sin necesidad de torcerle el pescuezo a su imperativo vocacional.

García Márquez tuvo ayer una alborada que nuestros dioses tutelares han reservado solamente a los grandes iniciados.

Cuando desgranaba cuartillas en la redacción de EL UNIVERSAL, al lado del inolvidable maestro Clemente Manuel Zabala, ¿intuiría que sus protectores le tenían guardada una casilla en la eternidad?

No lo creo. Y les digo por qué.

El 28 de mayo de 1948, García Márquez entró en conversación con la imagen desmadejada de Don Quijote, que el lápiz maestro de Héctor Rojas Herazo -su compañero de redacción y de tempestuosos amaneceres- había colgado de las paredes desconchadas donde funcionaban las instalaciones de este periódico.

Debió haberse enredado en grandes dificultades al escoger los términos para definir la idea que le bullía en los sesos, porque, comprendiendo sus angustias de sacristán del periodismo, el cuadro de la pared de espetó un párrafo que quiso ser admonitorio, pero se equivocó desde ese momento y hasta siempre.

Así le dijo el cuadro:

“Usted, señor García, nunca aprenderá a escribir. Tuérzale el cuello a ese cisne decadente. Déjese de tonterías y diga cosas que tengan sustancia. Hay que iniciar una campaña contra la frondosidad lírica. Eliminar esa adjetivación a dos por centavo. Una verdadera labor de sanidad literaria”.

¿Ven ustedes que el periodista bisoño de aquella época, el que vivía al revés, el que trabajaba de noche y dormía de día, como sus amigas y amigos de bohemia, nunca tomo en serio su balbuciente inclinación de escritor?

Desatendió valerosamente los consejos del cuadro de Rojas Herazo. No le torció el pescuezo al cisne decadente y una madrugada de este octubre lluvioso y aburridor lo sorprendió en las regiones infinitas de la gloria celestial.

Gabito de despertó con un galardón que le venia rondando desde cuando universalizó el reino mágico e irreverente de Macondo. Él no ha tenido culpa de haber desplazado a Pambelé del trono del hombre más importante de Colombia. ¿Y a qué viene el nombre de Antonio Cervantes?

Ahí vamos.

Se celebraba en Madrid la Semana de la Cordialidad.

Nuestro embajador de España invitó a los actos conmemorativos a varios compatriotas empenachados, para saborear la tristeza de la ausencia.

De pronto se le acercó un profesional de los cocteles y le dijo a García Márquez:

“Maestro, aquí está la gente más importante de Colombia”.

Sin pensarlo dos veces, Gabito respondió:

“¿Y dónde está Pambelé”?

Allí lo tienen ustedes de cuerpo presente y despojado de la aureola de formalismo y circunspección que la envidia ajena y la mezquindad humana pretenden colocarle sobre su cabeza de arbusto.

A García Márquez lo bautizaron en EL UNIVERSAL y el gran oficiante fue el maestro Clemente Manuel Zabala, quien era – al mismo tiempo- su asesor de cabecera y su implacable censor.

Tenía una devoción filial por el fundador de este periódico, el doctor Domingo López Escauriaza, a quien visitaba, ya en la madurez de su grandeza, cada vez que su peregrinaje eterno le daba oportunidad de pasearse por Cartagena y de reactualizar su amistad con las vendedoras de pescados de la Playa del Arsenal”.

La última vez que visitó la redacción de EL UNIVERSAL reiteró su anhelo de comprar una casa en la capital de Bolívar, pero con la condición de que desde sus balcones pueda “ver mar y murallas”.

García Márquez tiene en esta ciudad una de sus vivencias obsesivas. Es tanto su cariño por el Corralito de Piedra, como su admiración por los choferes de taxis de Barranquilla, de quienes afirma que “son los campeones del sentido común”.

¿Cómo se sentirá García Márquez llevando a cuestas el Premio Nobel de a Literatura? Debe estar tan incómodo como un jugador de tejo vistiendo sacoleva.

Dicen sus amigos de cerca, los anteriores a “Cien Años de Soledad”, que el más grande escritor de habla hispana es alérgico a las solemnidades y a los fastos del protocolo. Quizá por eso no aceptó el consulado de Colombia en Barcelona , que le ofreció el entonces presidente Alfonso López Michelsen.

García Márquez se siente más a gusto en la vacaloca de una parranda con acordeón, que en el anillo asfixiante del boato palaciego.

Gran trabajo le va a costar el saberse titular de un campeonato que ganó limpiamente y el que nunca creyó alcanzar. El mismo lo admitió así cuando dijo que en materia de galardones bastaba con el que le adjudicaron a Miguel Ángel Asturias, lo que le valió una reprimenda del ilustre guatemalteco.

El barrio Manga se trastornó en la madrugada de ayer. A las seis de la mañana presentaba un cuadro impresionante: parecía un gigantesco manicomio, cuyo epicentro es la residencia donde viven sus familiares.

Gracias a Gabito, Manga se convirtió ayer en el ombligo del mundo y Colombia -gracias a Dios- fue noticia de primera pagina sin el agravio de los narcotraficantes.

¿Tendrá derecho EL UNIVERSAL a sentirse orgulloso de este paso a la eternidad?

¡No lo duden!

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