Cultural


Cartagena rinde homenaje a Burgos Cantor

REDACCIÓN CULTURAL

18 de octubre de 2018 12:00 AM

La Universidad de Cartagena y su Facultad de Ciencias Humanas, lamentó el fallecimiento del escritor Roberto Burgos Cantor (Cartagena, 1948- Bogotá, 2018), cuyas exequias se cumplen a las 11 de la mañana en Jardines de Paz en Bogotá.

Una jornada de lectura a viva voz de sus libros promueve desde ayer y hoy, la Facultad de Ciencias Humanas. Participan en este acto estudiantes y profesores.

Se trata de fragmentos de sus libros Lo Amador, El patio de los vientos perdidos, La ceiba de la memoria y Ver lo que veo.

La Universidad de Cartagena recordó que Roberto Burgos Ojeda, padre del escritor, catedrático de esa institución, fue artífice del Departamento de Humanidades, camino que impulsó la creación de la actual Facultad de Ciencias Humanas, de la que es catedrática Sonia Burgos Cantor, hermana del escritor.

En 2009, en las Jornadas Culturales Héctor Rojas Herazo, promovidas por el Programa de Lingüística y Literatura, fue homenajeado Roberto Burgos Cantor.

Luego, en 2011, en el IX Encuentro Nacional de Estudiantes de Literatura, convocado por Rednel.

En la revista Visitas al patio,  en su edición número 3, se consagró un dossier sobre la obra de Burgos Cantor, y se reeditó la novela Pavana del ángel, en la colección El reino errante,  en la  Biblioteca de Literatura Colombiana, de la Universidad de Cartagena.

Por otra parte, en la Ruta africana que impulsó  la Unesco y el Ministerio de Cultura, para visibilizar los sitios de memoria africana en Cartagena, se destacaron fragmentos de la obra de Burgos Cantor.

El escritor había ganado en julio de 2018, el Premio Nacional de Novela del Ministerio de Cultura, por su novela Ver lo que veo.

Recientemente, en la Feria Internacional del Libro de Barranquilla, anunció que estaba en la corrección de un nuevo libro de cuentos que aparecería en el mes de marzo de 2019.

Dijo además que estaba trabajando en una nueva novela, y celebró su pasión de escribir novelas porque en ellas creaba un mundo paralelo al de la realidad,  que era posible habitar.

Burgos Cantor, de 70 años, había celebrado medio siglo de haber publicado su primer cuento en la revista Letras Nacionales, que dirigía Manuel Zapata Olivella.

Estudió Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Nacional. Residía con su esposa Dorita en Bogotá desde hacía más de cuarenta años. En 2007 su novela La ceiba de la memoria, ganó el Premio de Narrativa Casa de las América, y finalista en el Premio Rómulo Gallegos.

Dirigía el Departamento de Creación Literaria de la U. Central.

La obra de Burgos Cantor ha sido traducida al alemán, checo, húngaro, francés y marroquí.

Luto en las letras y en el alma

"Después de García Márquez, es el escritor representativo de Cartagena", dijo el historiador Moisés Álvarez Marín, director del Museo Histórico de Cartagena.

"Sin duda, Roberto Burgos Cantor pertenece por su obra, a la clase de los inmortales", dijo conmovido el poeta Rómulo Bustos.

"Murió como los grandes: Pasó de la gloria a la muerte, y a la eternidad, como los griegos. Él sigue vivo en su bellísima obra narrativa", dijo el escritor e investigador Javier Hernández, catedrático de la Universidad de Cartagena.

"Me acuerdo que era el menor de todos nosotros, el niño precoz de la nueva narrativa colombiana, que a los 18 años había publicado en Letras Nacionales, un relato maravilloso titulado "La lechuza dijo el réquiem". Como todo niño inseguro había firmado su primer cuento con todos sus nombres y apellidos: Roberto Eliécer Burgos Cantor", dijo el poeta José Luis Díaz-Granados, amigo del escritor.

"Coincidimos una tarde, en el centro de Bogotá, en la oficina de Manuel Zapata Olivella, el director de la revista, y el tímido jovencito cartagenero, con su melena rubia en su cabello crespo, se mostraba ya muy seguro del blanco que iría a alcanzar con su flecha esplendente.

Fuimos hermanos del alma desde esa tarde remota de 1966, amistad que consolidamos durante medio siglo junto con Dorita y sus hijos. Luego, el escritor fue creciendo y se fue haciendo grande entre los grandes de nuestras letras hispanoamericanas.

Pero nunca dejó de ser ese niño asombrado, por la belleza, por el asombro, por el detalle sorpresivo, por las palabras, esas palabras tan suyas, tan hondamente caribes, que asombraron a Gabo, su maestro y amigo entrañable, y a millones de lectores de Colombia y del mundo.

En las prodigiosas nubes que alcanzaste a descubrir hace unos días vas a estar navegando ahora y para siempre con un perenne estremecimiento creador, más allá de la razón terrena, adonde no te pueden ya alcanzar "ni los más altos pájaros de la memoria".

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