Lo primero que vio Carlo Feltrinelli (1962) al llegar a Cartagena, fue el mercado de Bazurto. Entró y se pasó horas haciendo fotos de los carniceros, y el laberinto caótico del mercado público de la ciudad a la que llega por primera vez, invitado a Hay Festival Cartagena 2018, no solo como editor sino como escritor de una biografía de su padre, Giangiacomo Feltrinelli (1926-1972).
Pero no solo hizo fotos de las vísceras que venden los carniceros, sino que también comió en el mercado público. Debajo de la camisa entreabierta vi su cadena de oro, y le pregunté si no tuvo temor de llegar hasta allá, y se sonrió. "Fui solo. Me dijeron que podía correr peligro. Pero fue fantástico ir".
El hombre que está frente a mí es alto, delgado, calvo, una mirada indagante que parece atravesar cada objeto o criatura que contempla viste de una camisa de azul celeste, enciende un cigarrillo, y me dice que su español está salpicado de palabras italianas, pero le digo que le entenderé todo, porque la raíz del idioma es común.
Le digo que tengo amigos italianos como Paolo Buggiani, un escultor que trabaja con el fuego, y ha puesto con los pelos de punta a la policía de Cartagena, cada vez que sale con su bicicleta alada a la que le enciende fuego mientras la pedalea.
Le cuento que he leído también a cuatro de los autores de su editorial: a Alessandro Baricco, Stefano Benni, Enri De Luca y Maurizio Maggiani. El hombre se sorprende y me dice que son "buenísimos escritores".
Pero el de Stefano Benni, Aquiles pies ligeros, se lo comieron los comejenes de Cartagena, y no he podido volverlo a leer. "Te lo enviaré", me dice. Hablamos de la ternura con la que escribió Erri De Lucca su novela Los peces no cierran los ojos.
Tiene una finura poética. Mientras el humo se eleva como un ala que flora entre las hojas del patio del hotel, Carlo Feltrinelli me pregunta por Cartagena y por los cambios políticos de transición que vivirá Colombia, luego de la firma de paz con uno de sus grupos armados. Pero la pregunta se devuelve a Italia, y él hace un gesto con pocas palabras, de que también allá la cosa no anda muy bien.
Carlo Feltrinelli escribió en 472 páginas su libro "Senior Servicio" (Biografía de un editor), publicado en 1990, que abarca la saga familiar y los orígenes de su padre, su infancia, sus creencias, el nacimiento de la editorial que ha sido un modelo para Europa y para el mundo, su militancia en el partido comunista italiano, su apertura a las diversas corrientes de pensamiento en el mundo Occidental, sus convicciones avanzadas ante la ortodoxia ideológica, su amistad desde 1964 con Fidel Castro y los movimientos de insurgencia armada en el continente, y su muerte trágica que él considera que pudo ser una trampa tendida a su padre, que en sus últimos años radicalizó su visión y su acción política. Los críticos de este libro señalan que el gran mérito del libro, además de su escritora y su invetsigación, es que Faltrinelli buscó diversas fuentes para descifrar el espíritu y la vida de su padre. Ese libro será motivo de una segunda entrevista.
Carlo preside el Grupo Feltrinelli, la legendaria editorial italiana creada por su padre en 1955, clave en el destino cultural del mundo. Fue Feltrinelli quien publicó la traducción italiana de Cien años de soledad, de García Márquez, luego de haber deslumbrado al mundo con la publicación de Doctor Zhivago de Boris Pasternak en 1957, y El Gatopardo de Giuseppe Tomasi.
¿Qué filosofía de vida y editor privilegia de su padre?
- Dos cosas: él decía que solo había que publicar libros necesarios. Él, que era un comunista activista, jamás le perdonaron los soviéticos que publicara una novela prohibida como Doctor Zhivago, de Pasternak, que consideraban un libro y un autor negativo. Él defendió el libro y lo publicó. La otra visión de mi padre era creer que se podía cambiar el mundo con los libros. Una utopía. Era un editor fantástico. Al morir a sus 46 años, vivió muchas vidas diferentes en una sola.
No solo publicó literatura, sino también antropología, filosofía, política. Le publicó a los latinoamericanos y al mundo entero. Se acercó a Fidel Castro para que escribiera una autobiografía y publicó el Diario del Che. También publicó a Borges. Su convicción era que los libros no debían ser ornamentales, sino que debían servir a la vida y a la humanidad.
¿Cómo ve el destino del libro impreso frente al libro digital?
-No estamos contra el libro digital. Somos tradicionalistas. Cuando estás con un libro impreso te aíslas del mundo, estás solo, concentrado en ese libro, mientras que con el libro digital estás sometido a la dispersión. Nosotros publicamos algo más de un centenar de libros al año.
Editar libros es un acto de relevancia en la vida democrática de un país. Y ser editor es una conjunción de energías. Nos interesa la ciencia social, la historia de las ideas, la historia del mundo hebreo, las literaturas del mundo. Es la primera vez que vengo como escritor y no como editor a un evento como Hay Festival. Es curioso. Es la primera vez que vengo a Cartagena.
¿Qué autores de América Latina han sido publicados por Feltrinelli?
-No solo a García Márquez y a Juan Rulfo, también a Borges, Guimaraes Rosa, Juan Carlos Onetti, Isabel Allende. Tenemos a un escritor colombiano genial como Juan Gabriel Vásquez, con su novela El ruido de las cosas al caer. Extraordinario. Es muy valorado entre los lectores italianos.
Aquí se lee mucho a los italianos Alessandro Baricco, Erri De Luca y Stefano Benni.
-Me emociona saberlo. Son tres grandes escritores italianos singulares. Leerlos es un verdadera exquisitez. Alessandro Baricco, el autor de Seda y Novecento, fomenta una experiencia particular en Italia con un taller de creación en la que participan cuatrocientos estudiantes. Es un escritor singular. A veces le pido que escriba novelas menos pequeñas, pero lo breve en él es de una belleza monumental.
Epílogo
Carlo Feltrinelli está sorprendido al descubrir la tumba de la abadesa en el Santa Clara, escenario de la novela Del amor y otros demonios de García Márquez. Habla de las 119 librerías de la Fundación Feltrinelli, del canal televisivo y de la irradiación que tiene la editorial en el mundo, acercando a Europa y América Latina, tendiendo puentes con distintas formas de pensar y vivir. Pero lo suyo es la paciente abnegación de descubrir nuevos autores y nuevos libros, y de vislumbrar en las páginas de un libro, un destino que nos haga más humanos y más felices. Pero sobre todo, más conscientes y sensibles de las grandes desigualdades que reinan en el mundo.
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