A Brasil siempre se le ha dado el rótulo de gigante porque a través del tiempo, con títulos, se ha ganado el respeto de todos. Eso no tiene discusión.
Pero luego de la temprana eliminación de la Copa América Centenario, de haber quedado por fuera en los cuartos en la Copa América de Chile en 2015 y de su frustrada participación en el Mundial de 2014, en donde pese a ser local, fue cuarto, la incertidumbre se apodera de este país que respira fútbol todo el tiempo.
Sin Neymar en la Copa, Brasil salió a demostrar que todavía puede ser considerado grande, pero no le alcanzó. Empató sin goles ante Ecuador, superó 7-1 a Haití y luego recibió una fuerte cachetada de Perú al caer 1-0.
La prematura eliminación de Brasil a manos de Perú el domingo le costó el puesto al entrenador Dunga, quien no pudo enderezar a esta selección que tiene literalmente aburridos a los brasileros.
En Brasil, la tierra del Rey Pelé, se acostumbraron a ganar y no aceptan derrotas y menos que no aparezca el juego bonito, ese que durante décadas había enamorado a los amantes de este deporte.
Hoy esa selección, salvo Neymar, no tiene grandes estrellas que lleven el peso del equipo en cada una de las líneas y por eso en cada una de las zonas de juego flaquea y deja muchos vacíos.
Ahora, con Neymar en la cancha, Brasil buscará ganar los Juegos Olímpicos que se celebran en agosto en Rio de Janeiro.
El reto que tiene es gigante. Es verdad que aún goza del respeto de los rivales, pero también es cierto que hoy por hoy es un grande venido a menos.
