Un viaje al pasado. A los recuerdos más dolorosos y angustiantes de su secuestro hicieron parte del testimonio de Luis Eladio Pérez durante la audiencia de presentación del informe que, en calidad de víctima, presentó ante los magistrados de la Jurisdicción Especial para la Paz. Una especie de catarsis de su secuestro que se inició el 10 de junio de 2001.
La audiencia de Pérez se programó junto con la de Óscar Tulio Lizcano. Ambos llegaron poco antes de las 8:00 de la mañana al edificio de la JEP y entraron casi que al tiempo a la sala. Lizcano, sin embargo, se quedó afuera atendiendo a los periodistas.
“Yo ya perdoné a mis carceleros y a los carceleros de mi hijo menor que estuvo secuestrado cuando yo llevaba seis años de estarlo en las selvas de Chocó. De eso estoy convencido, porque no perdonar y seguir con odios estaría mentalmente secuestrado, entonces ya me liberé”, manifestó.
La magistrada Julieta Lemaitre, de la Sala de Reconocimiento, les dio la bienvenida a los exsecuestrados y les agradeció su comparecencia a la misma. Y acto seguido le dio la palabra al exdirigente nariñense.
“Asisto esperanzado a que este escenario contribuya a la consecución de la verdad, justicia y reparación de todas las víctimas de este sangriento conflicto, pues es en el restablecimiento de su dignidad que radica el éxito o el fracaso de lo acordado con este grupo guerrillero”, manifestó.
Su intervención se inició con la lectura de una carta en la que esgrimía que esperaba contribuir a una memoria histórica y que esperaba que no siguiera siendo objeto de maltratos y calumnias.
Pérez lloró por momentos. Hizo pausas para tomar aire y proseguir. Su relato se tornaba descarnado por momentos y reiterativo en que, a su consideración, los Acuerdos de La Habana están más centrados en los victimarios que en las víctimas y se refirió, en varios apartes, a que las Farc son el mayor cartel de droga en el mundo.
“Las víctimas nunca fuimos el centro de los Acuerdos, el gran primer error es ese. Son Acuerdos hechos más a las medidas de los victimarios que de las víctimas, pero tal vez con la creación de esta Jurisdicción Especial se pueda reconocer el valor que significa para las víctimas conocer de primera mano esa verdad que ha sido oculta”, dijo Pérez, quien también fue embajador en Perú, Paraguay y Venezuela.
En su informe también les pidió a los magistrados que indaguen si su secuestro fue objeto de una petición por parte de sus enemigos políticos. Aunque no mencionó nombres, sí hizo la particular solicitud añadiendo que espera que se les pregunte a las Farc por esa hipótesis.
Lizcano, por su parte, hizo una reflexión filosófica alrededor del tema de su secuestro, explicando que la narración le da un sentido al dolor. Por eso, cuenta que escribió 83 poemas durante su cautiverio que se extendió desde el 5 de agosto de 2000 hasta el 26 de octubre de 2008 cuando se fugó junto con alias ‘Isaza’, uno de sus captores.
Con respecto a los exmiembros de las Farc que no están en las zonas veredales, Lizcano manifestó que ya se ha “hecho la invitación a que se reintegren, a que aparezcan y que sigan compareciendo en el proceso de paz”.
ASÍ HABLÓ PÉREZ
“Los dos primeros años me tuvieron entre Nariño y Putumayo al borde del oleoducto Transandino. A veces amarrado a los árboles, no le permitían a la guerrilla hablar conmigo, sin ningún tipo de medicamentos”.
“No tenía ni siquiera cuchara para comer. Tenía que comer con los dedos, porque decían que si me daban cuchara o tenedor eso se convertía en un elemento peligroso que pudiera atentar contra ellos”.
“Tenía que limpiarme los dientes con el carbón, con las cenizas de las hogueras”.
“Una noche, los guerrilleros mandaron a unas agraciadas guerrilleras vestidas de civil con tremendas minifaldas para que fueran al puente del río San Miguel, donde estaba un grupo de policías y militares, para que los distrajeran con música y baile. Mientras estaban en esas, me pasaron por debajo del puente. Nadie se dio cuenta”.
“Siempre pensé que cada día era mi último día de secuestro. La Biblia y El Quijote fueron los libros que siempre me acompañaron”.
“Este es el único espacio que hemos tenido como víctimas, lo demás ha sido una caracterización diferente a lo que la esencia del acuerdo de paz debía haber tenido, que siempre se manifestó como que el centro fuéramos las víctimas y resulta que el centro fueron los victimarios”.
“A mí me dio un infarto. Estuve tirado en el suelo 15 días y a los 15 días, el famoso comandante ‘Gafas’ me agarró a puntapiés a caminar, sin ningún tipo de asistencia. Lo único que recuerdo fue una pastilla de aspirina que me la dio uno de los norteamericanos”.
“Cuando nos escapamos con Íngrid Betancourt, duramos seis días por fuera, pero nos entregamos voluntariamente porque mi estado de salud era complicado. El castigo fue encadenarnos a los árboles. Nos sacaban a hacer nuestras necesidades como sacar a un perro”.
“Espero perdonar algún día, pero para ello requeriría unos pasos mínimos por parte de nuestros victimarios, no un perdón burlesco como el que hizo el comandante de la guerrilla en Cartagena, ofendiendo a las víctimas, no a una reparación burlesca ofreciendo escobas y ollas”.
“Yo dormí muchas veces durante mi secuestro en campamentos cocaleros, manejados por la guerrilla. Fui testigo de cómo cobraban, inicialmente, peaje a los traficantes de droga y posteriormente se adentraron en todo el negocio: en el cultivo en el procesamiento, seguramente en la exportación y yo no sé si comercializaban en la Quinta Avenida de Nueva York”.
“Hay muchos dineros de las Farc en paraísos fiscales, deberían tener la hombría suficiente frente a las miles de víctimas de decir esa verdad, aportar esos recursos para evitar lo que absurdamente se contempló en La Habana de que en el evento de que estos personajes no hiciesen la reparación fuese el Estado el que la haga”.
LO QUE DIJO LIZCANO
“Hay que perdonar. Porque comprender es perdonar, si uno comprende las causas, aprende a perdonar”.
“Lo que más me golpeó a mí fue la soledad frente a esa dura realidad”.
“Yo llevaba seis años secuestrado cuando escuché que a mi hijo (Juan Carlos) lo habían secuestrado. Ese fue el umbral más alto del dolor”.
“Me llamó la atención la ignorancia de esos muchachos que me prestaban guardia. Había una comandante, Otilia se llamaba, que se me acercó y me dijo que ella, al igual que las otras jóvenes, fueron violadas por sus padrastros”.
“Había un pelado que le decían ‘Comidita’. Tenía 14 años y el AK 47 que tenía era más grande que él. Una día intentó fugarse, lo pillaron y lo amarraron a un árbol. Luego lo degollaron”.
“Si acabamos con nuestros odios y llegamos a la reconciliación yo creo que habremos llegado a la paz”.
“Yo salí como una piltrafa humana. Estuve tres días en la selva caminando cuando me les fugué, eso les causó rabia y recibí muchas amenazas”.
“Todavía habló con Isaza. Lo hago por Whatsapp y me dice que está bien”.
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