Cartagena


San Antonio, donde el ruido no tiene adeptos

Son solo 70 casas y tres calles. Tal vez por eso, el mejor patrimonio que posee el barrio San Antonio es su tranquilidad.

A pesar de estar rodeados de barrios tradicionalmente bullangueros, los habitantes son poco inclinados a las celebraciones con grandes equipos de sonido, como los que podrían encontrarse en la mayoría de comunidades de la Localidad 2, a la cual pertenece.

Andrés Méndez Tatis, uno de los líderes comunales más antiguos del lugar, atribuye esa gracia a que la mayoría de los lugareños pertenecen a las tres iglesias evangélicas que funcionan allí mismo, sin que eso les impida sostener buenas relaciones con los adeptos a cultos diferentes.

El barrio tiene 50 años de fundado. Los iniciadores demarcaron lotes grandes, que igualmente, les permitieron levantar viviendas amplias, las cuales fueron embelleciendo de manera paulatina y hasta donde lo resistieran sus presupuestos.

Con el tiempo, relatan los propietarios, el buen gusto de la mayoría de las casas sirvió para que el Estado les elevara el estrato, a pesar de que en realidad pertenecen a las franjas 1 y 2.

“Por esa equivocación --dicen--, las facturas de los servicios públicos nos llegan como si perteneciéramos a los estratos 3 y 4. Y lo otro es que quien necesite de servicios médicos debe pagarlos con su bolsillo, porque el yerro de la estratificación no deja que el Sisbén nos favorezca”.

También atribuyen tales desfavorecimientos a que, desde hace varios años,  barrios vecinos como Olaya Herrera, República de Venezuela y 13 de Junio se pelean a San Antonio, como si fuera uno de sus sectores.

De hecho, algunas de las facturas de energía eléctrica y agua tienen a San Antonio como parte de uno de esos tres barrios. Por lo tanto, la clasificación influye en la cifra a pagar, que casi nunca es tan accesible, aunque reconocen que  la prestación de los servicios es de buena calidad.

En cuanto a cobertura educativa, el barrio cuenta con 6 hogares comunitarios y una escuela llamada “República del Ecuador”, mientras que los jóvenes cursan la educación media en los distintos colegios de la Localidad.

A parte de la ausencia de ruido, los moradores comentan que otra cualidad del barrio es la seguridad, dado que todos se conocen, por ser hijos y nietos de los fundadores, “pero también porque todos nos defendemos entre sí, en caso de que se presente algún ataque delincuencial ya sea en contra de uno de nosotros o de algún foráneo”.

Daniel Beltrán, un joven futbolista, nieto de fundadores, reconoce que la pequeñez del barrio no permite que haya espacios de recreación y escenarios deportivos, lo cual no impide que varios habitantes se estén destacando en disciplinas deportivas como el béisbol y el fútbol, entre otros.

No obstante, consideran que el más grave de sus problemas son las inundaciones en las temporadas de invierno y por cuenta del Canal Ricaurte, que, desde hace 17 años, se volvió insuficiente para la cantidad de barrios y urbanizaciones que han crecido en su cuenca en las últimas décadas.

María Olimpa Romero, una de las habitantes de las márgenes del canal, expresa que el problema ha ido empeorando con el paso de los años, puesto que al principio las aguas únicamente inundaban las calles, pero de un tiempo para acá las corrientes ingresan a las viviendas alcanzado niveles de hasta un metro.

“El resultado --añade-- es que casi todas las casas se están rajando y desvalorizando. Mientras las autoridades hacen algo, nosotros rellenamos con escombros y zahorras los tramos que las corrientes han ido carcomiendo con tal de que no terminen desplomando nuestras casas”.

Andrés Tatis relata que, durante el gobierno de la alcaldesa Judith Pinedo Flórez la comunidad se sintió esperanzada, pues se les habló del Plan Maestro de Drenajes Pluviales como la única solución para ese fenómeno, “pero los alcaldes siguientes no volvieron a mencionarlo. Y hasta ahora no sabemos si la  nueva administración está interesada en proseguirlo”.

A pesar de todo, la gente de San Antonio sigue embelleciendo sus aposentos, cuidando la sombra de sus almendros y convirtiendo en tradición la organización de células de oración, donde poca cabida tienen los cuadros y figuras hechas por mano de hombre.

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