A Karla Patricia García se le notan las ganas de “ser escuchada”. Es sorda de nacimiento y aunque apenas puede balbucear algunas palabras, da la impresión de tener un montón de frases atragantadas que quisiera decirlas sin hacer pausa.
Sumergida en un mundo de “oyentes” en el que la mayoría desconoce su idioma, el de señas, Karla se siente impotente para hacerse entender. Por más que se esfuerza para explicar que ella quiere una oportunidad de demostrar que está en capacidad de trabajar en lo que estudió, asegura que no es tenida en cuenta.
Con apoyo de sus padres concluyó el bachillerato y luego estudió Análisis y Programación de Computadores en el Sena. Para ello su familia debió pagarle durante toda la carrera técnica un interprete que se convirtió en su sombra durante esos años de formación.
Ya tiene varios años de graduada y entre más pasa el tiempo, más se siente frustrada, discriminada laboralmente a causa de ser sorda. Con 32 años de edad siente que la vida se le está diluyendo sin una oportunidad para valerse económicamente por sí misma.
“Es penoso a esta edad depender de mis padres, de la buena voluntad de mi familia. Tengo un hijo de un año de edad al que no le puedo brindar todo cuanto yo quisiera porque no tengo empleo. Mi esposo también es sordo y padece la misma discriminación. Quiero una oportunidad para ambos, estaría agradecida de por vida con quienes crean en nosotros, con quienes nos valoren y nos abran una puerta para demostrar que tenemos todas las competencias para desempeñarnos en un trabajo”, comenta Karla a través de un interprete.
Karla Patricia hace parte de los 90 discapacitados que atendieron la convocatoria realizada por la Secretaría de Participación Comunitaria para recepcionar hojas de vida, en cumplimiento del principio de inclusión social que se promociona a nivel nacional por parte del Estado.
Cada uno llegó con su historia a cuestas y con unas expectativas gigantes de lo que puedan obtener a través de esta feria del empleo. Se presentaron aspirantes con movilidad reducida, con discapacidad visual y auditiva. En sus caras se les notaba el contento de sentirse visibilizados en una sociedad que históricamente los ha ignorado.
Alán Enrique Asprilla Blanco es un hombre que atraviesa la plenitud de sus años productivos. Tiene 28 años de edad, es padre de un niño de un año y aunque tiene enormes deseo de trabajar no consigue quien lo emplee y no cuenta con un capital para abrir su negocio propio. Él quiere una oportunidad para trabajar en logística, en organización de eventos y se siente con facultades para hacerlo bien.
A la pregunta ¿cómo te promocionarías ante un empresario? responde casi que en automático, en su lenguaje de señas. “Le diría que soy un trabajador incasable, que entiendo rápido lo que me explican y hago las cosas de muy buenas ganas”.
Cristián Alberto Cabrera Jacobo es otro joven sordo que se niega a aceptar que la vida pasa ante sus ojos sin un espacio para hacer realidad sus sueños. Con mucho esfuerzo de parte de su familia ha hecho varios talleres en gestión empresarial. Es un hombre atento que vive avergonzado por tener que depender de su madre para satisfacer sus necesidades económicas.
A la recepción de hojas de vida asistió acompañado de su madre, Carmenza Jacobo Gutiérrez, una mujer viuda, a quien se le imposibilita contener las lagrimas al hablar de los grandes deseos y las muchas ideas que tiene su hijo para progresar, las cuales no ha podido cumplir por falta de oportunidades laborales para personas en condición de discapacidad. Ella está llena de hálagos para su hijo.
“Mi hijo es un hombre educado, noble, atento y talentoso. Las empresas no saben el gran trabajador que pierden al no darle una oportunidad. A veces yo veo que él no tiene desodorante, por ejemplo, y se lo compro porque es mi hijo, y él llora cuando se lo entrego: me dice que él no quiere depender de mí, que él es todo un hombre y que no se ve ni se siente bien que él dependa de mi. Es una situación dura y frustrante para una madre ver cómo la sociedad discrima a su hijo”, precisa Carmenza Jacobo.
PLAN PILOTO DE INCLUSIÓN LABORAL
En Cartagena la población en condición de discapacidad, identificada, la conforman cerca de 18.000 ciudadanos.
La feria del empleo dirigida a estas personas se realizará hasta mañana miércoles en la Alcaldía Menor del Country, entre 8 a.m, y 2 p.m. En está primera jornada se atenderán a los habitantes de la Localidad Uno, Histórica y del Caribe Norte. Posteriormente se harán otras dos convocatorias para atender a los habitantes de las otras dos localidades.
El plan de trabajo está agendado así: el 3 y el 4 de septiembre, la feria se realizará en la Alcaldía Menor de Chiquinquirá para los habitantes de la Localidad dos o de la Virgen y Turística y el el 16 y 17 de septiembre, la actividad se replicará en la Biblioteca Jorge Artel para la población de la Localidad tres o Industrial y de la Bahía.
La feria es organizada por la Secretaría de Participación Comunitaria, que espera, en proyección a la población discapacitada que habita en Cartagena, recibir como mínimo cerca de 180 hojas de vida en cada actividad.
Las jornadas responden al “Plan Piloto de Inclusión Laboral por Competencias y Generación de Ingreso para Personas en Condición de Discapacidad”. El objetivo es propender el mojeramiento de la calidad de vida de esta población mediante la inserción a empleos directos y a dinámicas de emprendimiento e impulsos de ahorros voluntarios para la vejez.
El programa tiene como aliados estratégicos a los fondos Cemprende, Comfamiliar y Colpensiones y a organismos como la Cámara de Comercio, la Fundación Mamonal y la Fundación Industrial.
Rocío Castillo García, secretaria de participación y Desarrollo Social, explicó que una vez finalizadas las convocatorias, se analizarán los perfiles de los postulantes de acuerdo a las competencias solicitadas por las empresas que tengan vacantes.
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