Cartagena


La paz a los ojos de cuatro víctimas del conflicto

MÓNICA MEZA ALTAMAR

27 de septiembre de 2016 12:00 AM

Amador, Edilma, Julio y Carmen son cuatro desplazados que se arraigaron en los barrios de Nelson Mandela, San Francisco y El Pozón, huyendo del conflicto armado que se desató en sus poblaciones de origen.

Unos con esperanza y otros con tristeza, hablaron de las causas de su desplazamiento forzado y de las expectativas que tienen frente a la firma del acuerdo final de paz. 

“A mí me mataron un hermano en una población que se llama Tierralta, en Córdoba. Él tenía 44 años y lo matan porque supuestamente había prestado un caballo a un miembro de un grupo armado, creo que de las Farc, y al día siguiente va un paramilitar a prestarle el caballo y él no quiso prestárselo porque lo necesitaba. La gente en el campo estaba contra la espada y la pared. No sabía a qué grupo ayudar porque si se negaba a alguno de los dos podría traerle consecuencias”, manifestó Amador Tavera, residente en Nelson Mandela.

“Cuando eso ocurrió yo tenía 52 años -anotó-. Él era menor. Ahora tengo 63. Ese fue el único de mis 12 hermanos que perdió la vida por el conflicto. Estamos muy dispuestos a terminar con la guerra porque la pérdida de nuestro familiar no se va a reponer con una reparación. Hay que seguir adelante, continuar por la generación que viene, para que no haya más derramamiento de sangre, para que haya un país en paz y tengamos la confianza de estar en el suelo colombiano, movernos en cualquier lugar. Ese es el anhelo que tenemos”.

Tavera señaló que “se ha implementado uno de los mecanismos más importantes de la Constitución, que es el plebiscito, para consultar a los colombianos si dan el “sí” para el fin de la guerra”.

LA PAZ ESTÁ EN EL CORAZÓN 
Edilma Garcés, quien a sus 37 años tuvo que huir de Mina Fácil, zona rural del municipio Santa Rosa del Sur, en Bolívar, recalcó que “no apoyo ese acuerdo porque si hubieran invitado a todos los grupos armados se acaba la guerra, pero como invitaron a uno y a otros no, va a seguir lo mismo. Lo único que da paz es tener a Dios en el corazón y lo otro es lo que digo, invitar a todos los grupos armados, que no se quede ni uno por fuera”.

Respecto a lo que padeció a causa de la guerra, la mujer de 53 años manifestó que “tantas cosas que me pasaron, que no quisiera ni recordar (…) Perdí un hermano y estuve a punto de perder a tres de mis siete hijos porque se los llevó la guerrilla”.

Señaló que a la fecha no se sabe quién asesinó a uno de sus seis hermanos. “No sabemos si fueron paramilitares o guerrilleros, pero nos desplazamos porque vinieron amenazas de ambos grupos. Yo tenía un negocio de cantina donde vendía licores y comida, y ni los impuestos ni las amenazas me dejaban trabajar, eran demasiadas. Me vine con tres hijos y poco a poco rescaté a los tres que dejé allá. En ese tiempo estaba embarazada  de mi última hija”.

No toda la familia tomó el mismo rumbo. “Parte de mis hermanos se desplazaron para Santander, otra hermana se quedó en Morales, sur de Bolívar. Nuestra vida cambió horrible”.

Pese a que el Gobierno le dio una casa, Edilma siente que no ha recibido apoyo suficiente para sobreponerse del drama que padeció. “Lo que he recibido es una casa para mí y mis siete hijos. Hace un mes fui al sur de Bolívar con ganas de recuperar mis tierras, irme de aquí para allá pero lo vi imposible. Extraño la comida, la gente, el cariño, el trabajo. Porque en mi tierra el que no tiene es apoyado por el que sí y todo el mundo trabaja igual”.

Añadió que “perdoné, pero cuando me hablan de desplazamiento hay mucho dolor y mucha tristeza en mi corazón. En el fondo aprendí a perdonar y a amar a aquellas personas que me hicieron tanto daño”.

SE QUEDARON EN EL POZÓN
Julio Enrique Payares y Carmen Alicia García encontraron refugio de la guerra en El Pozón.

El primero sostuvo que se desplazó del municipio de Valencia (Córdoba) porque “a ellos les interesaron las tierras, que eran buenas para el producto ilegal que utilizaban. Yo ahí tenía plátano sembrado y reses. Cuando eso era el Ejército Popular de Liberación (EPL), que se unió después a las Farc”.

“Me vine con mi señora a Cartagena -indicó-, que estaba embarazada de mi hija mayor. Llegamos directamente a El Pozón por la seguridad que en ese entonces ofrecía. Llegamos sin horizonte, sin saber para dónde íbamos, pasamos las miles necesidades porque no conocíamos a nadie. Todo lo que hemos logrado se lo agradecemos a Dios, pues ya tenemos 10 años en el barrio. Nuestra niña creció, tiene 15 años y tenemos otro niño de 10”.

Payares aseguró que “a las tierras renuncié porque no las quiero. Sé que para allá nunca va a haber paz, pues salió la guerrilla y otros fenómenos se quedaron”.

De la firma del acuerdo final de paz dijo que “para nosotros no veo ningún beneficio porque no nos han indemnizado completamente, ni una vivienda nos ha dado el Gobierno. Nos dieron una indemnización a medias, ocho millones de pesos. Para mí se firman negocios que no me favorece en nada. No sé qué firmaron, pero ahí no hay paz sincera, porque primero tendrían que reparar a las víctimas”.

No obstante, Payares destacó que “si con esa firma se va a acabar la violencia, renuncio a lo que me deben como reparación, todo con tal de que haya una paz justa para todos (...) Sí apoyo la paz, pero que sea una paz seria porque aquí en Cartagena hoy (ayer) se está firmando una paz, pero si uno va a los sitios donde realmente está el conflicto ve que la gente tiene miedo, no sabe lo qué va a pasar, no hay una paz verdadera”.

SOMOS IGNORANTES EN CIERTOS PUNTOS
Carmen, de Chalán (Sucre), dijo que tras la detonación de un burro bomba se trasladó con sus cinco hermanos y sus padres a El Pozón.

“Pasamos muchas necesidades porque en ese entonces había mucho barro y tuvimos que alquilar casa. Vivíamos muy incómodos y sobrevivimos vendiendo fritos, yuca, lo que fuera para sostenernos”.

Del acuerdo de paz afirmó que “no sabemos cuáles puntos acordaron. No podemos decir que el conflicto se va a acabar, de pronto sí por el lado de las Farc, pero queda el Eln, que está haciendo las mismas fechorías que hacía las Farc (...) Las víctimas somos ignorantes en ciertos puntos. La paz la tenemos al interior de nosotros, no la da nadie, únicamente Dios”.

*Julio y Carmen pidieron la reserva de sus rostros. El temor de la guerra aún vive en ellos. 

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