Editorial


Retórica y muerte

El lunes pasado, una unidad militar de elite israelí abordó seis barcos de la llamada “Flotilla de la Libertad”, donde iban unos 700 activistas de 40 nacionalidades, que llevaban 100 toneladas de ayuda humanitaria hacia la Franja de Gaza, territorio palestino sometido a un bloqueo israelí. Tres de los seis barcos llevaban activistas de organizaciones como Humanitarian Relief Foundation, la Asociación Cultura, Paz y Solidaridad y Free Gaza Movement, mientras los otros tres cargaban medicinas, alimentos y material de construcción. Era la acción humanitaria más grande para intentar romper el bloqueo a Gaza, impuesto desde enero del año pasado, tras 22 días de ataques en desarrollo de la operación llamada “Plomo Fundido”. Israel justificó la intercepción asegurando que la flotilla era parte de una maniobra del terrorismo islamista, para llevar armas a Gaza, y ayer se disponía a impedir la llegada del barco irlandés “Rachel Corrie”, que también lleva ayuda humanitaria. El ataque dejó al menos 9 muertos y 40 heridos, pero ha sido imposible corroborarlo porque Israel actuó a escondidas, no había dado hasta ayer las listas oficiales de muertos y heridos, ni permitió que los familiares hablaran con los activistas, detenidos por “inmigración ilegal”. Sólo se conocen detalles fragmentarios, algunos videos tomados con celular por los pasajeros de los barcos y versiones ambiguas del ejército israelí, asegurando que mientras en cinco naves, el abordaje se hizo sin problemas, en la sexta, llamada “Mavi Mármara”, los soldados fueron recibidos con ataques de activistas armados con hondas, palos, cuchillos y sillas de plástico, y que les tocó responder con sus rifles automáticos. Sin embargo, en las otras naves donde supuestamente no se presentaron problemas, también hubo pasajeros heridos. La forma arrolladora de la intercepción israelí es apenas otro capítulo del conflicto con los palestinos, bloqueados en la franja de Gaza con el pretexto de debilitar al grupo terrorista Hamas, que ganó las elecciones como partido y está en el poder, pero el resultado ha sido devastar la zona y someter a sus 1,5 millones de palestinos al hambre y a las necesidades. En esta acción, las armas de los terroristas no aparecen en los barcos. La reacción mundial fue de condena unánime, la Unión Europea censuró el ataque y exigió una investigación imparcial, y la OTAN pidió además la “liberación inmediata de los ocupantes y buques”. Sorprendentemente, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, tras una reunión de 13 horas, se limitó a lamentar “la pérdida de vidas humanas y los heridos”, sin condenar siquiera de manera leve al gobierno israelí, lo que sí hizo el secretario general de la ONU, Ban Kimoon. Parece una situación sin salida, un círculo vicioso en el que Israel se niega a aceptar la creación del Estado Palestino argumentando que el territorio sirve de refugio a terroristas islámicos, y los palestinos no aceptan el derecho de existir de Israel, explicando que el terrorismo es una respuesta a la ocupación y la represión israelí. Hay una retórica mutua interminable, mientras mueren más y más palestinos, algunos israelíes, y sigue la destrucción incontenible sobre Gaza y Cisjordania.

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