Editorial


La ENAP rodeada

La informalidad y su apropiación de los espacios públicos tienen consecuencias costosísimas para la ciudad, como podrá constatar cualquier lector que haya seguido los procesos de recuperación de las áreas invadidas aledañas a Transcaribe, la Transversal 54 y otros lugares. Aunque a esta Administración hay que abonarle algunos esfuerzos por recuperar las áreas públicas ocupadas, la indolencia de las autoridades ha sido una tradición, porque las invasiones no se hacen de la noche a la mañana, sino durante muchos años, hasta que se vuelven masivas. Es el caso de la mayoría de las apropiaciones del espacio público en la ciudad, incluyendo, por ejemplo, las orillas de los cuerpos de agua, como las del Caño Juan Angola, la propia Ciénaga de la Virgen, incluyendo el margen derecho de la Vía del Mar yendo hacia La Boquilla, y partes del margen izquierdo, cuya recuperación ahora costará dinero y dolores de cabeza. Hay invasores de estrato cero y de cuello blanco. Pero hay un lugar en el cual las invasiones son aún más inauditas, como en los caños aledaños a la Escuela Naval Almirante Padilla (ENAP), en donde hay asentamientos irregulares que no se deberían dejar progresar un milímetro más. La ENAP tiene más de 1.200 personas en sus instalaciones, entre Infantes de Marina, oficiales, cadetes, personal de seguridad y de aseo. Y sin embargo, funciona en un entorno con algunos aspectos preocupantes, notorios aun para un observador civil desprevenido. En primer lugar, tiene una entrada estrecha entre el Corredor de Carga y el puente que atraviesa el caño Zapatero. El propio puente es más angosto aún, con el agravante de que los “approaches” se han asentado y los vehículos saltan al entrar y al salir de su loza. Luego viene una glorieta compartida con tractomulas y camiones de los negocios e industrias vecinas, que le imponen cierto caos al sector, además de que las calzadas de este “round point” están rotas, y con un lado rellenado en zahorra. De ahí en adelante comienza la ENAP en sí, y el control militar para ingresar. Lo más grave es que entre la entrada desde el Corredor de Carga y el puente, hay un par de calles transversales con enjambres de tractomulas, camiones, vehículos y transeúntes. Allí hay talleres, almacenes y tiendas. Y como si fuera poco, hay estaciones de mototaxis aledañas a la vía de entrada a la ENAP, proveyendo el ambiente perfecto para que cualquier delincuente se camufle para hacerle inteligencia al lugar, y a quienes entran y salen, algunos con horarios predecibles. Aunque sorprende que el Distrito no haya despejado ciertas áreas de parqueo de mototaxis, carros y camiones para garantizar la seguridad de la ENAP, la sorpresa se torna en incredulidad cuando se cae en cuenta de que esa entrada –con puente saltón y calle rota-, es la misma de la Casa de Huéspedes, en donde se alojan el Presidente de Colombia, su familia, y sus invitados extranjeros y nacionales. Si la “Revolución del Concreto” y el DATT pasaran por allí, con seguridad encontrarían obras por hacer y medidas por tomar.

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