El candidato del Partido de la U, Juan Manuel Santos, obtuvo un triunfo contundente e indiscutible en la segunda vuelta de las elecciones de ayer, y se convierte así en el nuevo Presidente de la República. Santos logró poco más de 9 millones de votos, el 69% del total, y la votación más alta obtenida por presidente alguno, en gran parte porque representa el continuismo de las políticas del presidente más popular en la historia reciente del país, Álvaro Uribe, especialmente la de Seguridad Democrática. El aporte de los otros partidos que fueron derrotados en la primera vuelta, es de poco más de 2 millones de votos adicionales, cuya única justificación parece ser la de no quedarse por fuera de la torta burocrática, lo que facilita el margen de maniobra del nuevo Presidente en cuanto a la participación política. En el extremo opuesto, a pesar de que las grandes expectativas convierten su votación en derrota numérica y electoral, el candidato del Partido Verde, Antanas Mockus, obtuvo en realidad un gran triunfo: 3 millones 585 mil votos, que pueden llamarse nítidos, auténticos, producto del convencimiento sobre el valor de un proyecto político y no de promesas burocráticas o ilusiones subsidiadas. Si el espíritu colectivo que animó su campaña se mantiene y se fortalece, el Partido Verde tiene un gran futuro, transitando por la senda de la legalidad, la honestidad y la prosperidad democrática. Para Juan Manuel Santos, el reto que viene es enorme, porque no sólo va a heredar los éxitos del gobierno saliente del presidente Uribe, sino muchos de sus errores más grandes y el incumplimiento de algunas de sus metas, sobre todo las sociales. Lo más importante es que gobernará un país mucho más seguro, y con buena parte de la guerra ganada a las Farc, lo que garantiza que se incrementará la inversión, impulsada además por el crecimiento económico. Pero también gobernará un país con índice alto de desempleo y de pobreza, que ha visto crecer en los últimos 5 años la brecha entre ricos y pobres, según el DANE. En relaciones internacionales, Santos tiene ante sí la tarea delicada de restaurar los lazos con los países vecinos y de cimentar entre la comunidad internacional la imagen de Colombia como un país respetuoso de los derechos humanos y un gobierno que trabaja en el esquema por excelencia de la democracia moderna: el funcionamiento armónico y libre de las distintas ramas del poder. Independientemente de quién haya sido el ganador de las elecciones, los colombianos podemos regocijarnos porque la jornada de ayer fue una muestra de madurez política y de respeto a las instituciones, lo que no sólo significa una condena tajante al terrorismo y a la violencia -que lamentablemente asesinó a 7 policías en Norte de Santander-, sino una señal clara de que no prosperarán las veleidades del poder autoritario, sino la pluralidad ideológica y la discusión sana de las diferencias, con la mira puesta en que lo que mejor conviene a todos los habitantes de nuestro país. Sólo así podrá Juan Manuel Santos cumplir con su promesa de ser el presidente de la unidad nacional.
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