Editorial


Colombia: ABC climático

Minambiente acaba de publicar “El ABC del Cambio Climático en Colombia”, tanto en su página electrónica como en un inserto de la edición más reciente de la revista Semana, prologado por el ministro del ramo, Carlos Costa Posada. El folleto es de gran utilidad para entender la esencia del cambio climático, cómo nos afectará y qué hacer para contribuir a detenerlo, si acaso fuera posible, porque como lo señala Costa en su prólogo, aunque apagáramos todas las fábricas y los autos, los gases de efecto invernadero ya atrapados en la atmósfera durarán hasta cien años activos, por lo que el daño para la humanidad es grave. Y Colombia, que apenas produce 0,37 de las emisiones mundiales, sufrirá las consecuencias mucho más allá de su responsabilidad en las actividades que las produjeron. Si la temperatura del mundo subiera más de dos grados adicionales (ya subió medio grado de esos últimos y catastróficos dos grados), los daños serían irreversibles, y para prevenirlos, el mundo tiene que reducir sus emisiones en más de la mitad. “El mundo”, por supuesto, se refiere a los países industrializados, en particular a los más grandes. La cumbre mundial de Copenhague no produjo las decisiones radicales que se requerían, ni los politiqueros que manejan buena parte del mundo –ni los intereses grandes que los apoyan y a quienes se deben-, parecen entender la magnitud del desastre. En algunos círculos de poder, se riega la especie de que sí hay cambio climático, pero que no es causado por el hombre, sino que es el resultado de movimientos cíclicos de la naturaleza, ajeno a la actividad humana. El folleto de Minambiente señala las cuatro causas principales del cambio climático: el uso de combustibles fósiles en fábricas y medios de transporte (42%); las faenas agrícolas (10%); la deforestación (30%); y la ganadería (18%), gran productora de metano. Las cuatro están interrelacionadas en mayor o menor grado, ya que buena parte de la deforestación se debe a la necesidad de dedicar tierras a la agricultura y a la ganadería, además de a la urbanización, mucha de esta irracional. El cambio climático no sólo quiere decir un nivel medio del mar más alto y la inundación de todas las poblaciones costeras del mundo, sino la falta de agua. Colombia ha sido un emporio en producción de agua por los hielos perpetuos de sus cumbres andinas, pero éstas se derriten a pasos agigantados y al paso que vamos, se secarán nuestros ríos y fuentes de agua. La peor amenaza del cambio climático es la sed, que diezmará poblaciones enteras. ¿Qué podemos hacer? Lo principal es aprender rápidamente acerca de este proceso para cambiar nuestros hábitos personales, de manera que influyan menos en el deterioro ambiental. Es fácil decirlo, pero difícil hacerlo porque implica un cambio de vida radical. Pueda ser que el ministro Costa, quien es hijo de un sanjacintero, nació en Santa Marta, fue criado en Barranquilla (y tiene dos homónimos en Cartagena: su tío y su primo) -es decir, coinciden ampliamente apellido y origen-, además de lo que haga en el resto del país, le dedique esfuerzos a prevenir y amortiguar los daños en nuestros litorales, donde se sentirán con mucha rudeza por el incremento en el nivel medio del mar.

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