Los Estados Unidos son un país de inmigrantes, desde la llegada del barco Mayflower con exiliados religiosos puritanos de Inglaterra. Los peregrinos, como se les llamó, arribaron a las costas de Nueva Inglaterra en 1620. Muchos años después vendrían oleadas de inmigrantes alemanes, holandeses, irlandeses e italianos, entre otros. Los últimos dos grupos, que eran católicos, quedaron por fuera del Establecimiento durante muchos años, dominado por quienes los propios estadounidenses llaman los WASP. Este acrónimo significa White Anglo Saxon Protestant, o anglosajones blancos protestantes, el prototipo de los dueños del poder político en los Estados Unidos en ambos partidos, pero representados especialmente por el Partido Republicano. Los primeros inmigrantes de color, los esclavos africanos, no fueron consultados acerca de su traslado a “América”. La segunda oleada grande y no blanca, aparte de los chinos al Oeste, ocurrió con la inmigración de los puertorriqueños a Nueva York, New Jersey, Massachusetts y Florida después de la Segunda Guerra Mundial. Allí comienza la población latina urbana masiva, aunque el suroeste de los Estados Unidos tuviera muchos de origen mexicano desde el comienzo de su historia como país, especialmente en Texas. La segunda oleada latinoamericana fue la cubana hacia Florida luego de que Fidel Castro metiera a Cuba de cabeza en el comunismo a partir de 1961. Estos inmigrantes eran de clase media, muchísimos eran profesionales, y fueron bien recibidos. En Cayo Hueso hubo algo de inmigración cubana anterior, pero a cuentagotas. La siguiente tanda de inmigración desde la Cuba castrista fue la de los “marielitos” (años 80 del siglo XX), más de 125 mil personas, algunas de las cuales habían sido liberadas de cárceles especialmente para la ocasión, una minoría de delincuentes que le dio mal nombre a estos recién llegados. Luego de las guerras de guerrillas en los países centroamericanos inspiradas por la Cuba castrista, y de la agudización de la pobreza en México y Latinoamérica, la inmigración latina, masiva e ilegal se multiplicó, hasta hoy cuando es la segunda más grande de los Estados Unidos (12,5% del total), con la paradoja de que a medida que se acrecentaba la dependencia norteamericana en esta mano de obra barata y trabajadora, también crecía la sensación de amenaza entre los WASP, que sienten peligrar “el estilo de vida americano”, es decir, el suyo. Arizona, un estado de paso para inmigrantes mexicanos hacia el resto de los Estados Unidos, aprobó una ley para controlar la inmigración ilegal, que le permite a la Policía detener gente por su apariencia latina. Además de denigrante, la ley afecta también a los inmigrantes legales, que serán perseguidos por su tipo racial. El Gobierno Federal demandó a Arizona por usurpar sus funciones con dicha ley, mientras que la jueza Susan Bolton bloqueó momentáneamente sus apartes más humillantes. Es inaceptable que muchos estadounidenses consideren a los latinos suficientemente buenos para hacer sus trabajos más duros, pero inadecuados para ser ciudadanos de ese país. Es probable que esta disputa llegue hasta la Corte Suprema, que debería decidir a favor de los latinos y demás inmigrantes.
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