Editorial


¿Cambiará el Congreso?

“Cambiamos o nos cambian”, sentenció en 1998, al ser elegido presidente del Congreso, el ahora ministro del Interior Fabio Valencia Cossio, refiriéndose a los parlamentarios de nuestro país. Han pasado doce años y ni el Congreso cambió, ni los votantes cambiaron a los congresistas, excepto en un porcentaje discreto. El pasado 20 de julio, al asumir como presidente del Congreso, el senador barranquillero Armando Benedetti dijo que uno de sus principales propósitos era recuperar para el Congreso el papel que le corresponde como una de las ramas del poder público. En una entrevista publicada en la última edición de la revista Semana, Benedetti considera como los grandes males del Congreso a la parapolítica, la trashumancia, el clientelismo y el constreñimiento armado, y asegura que a él llegan personas que no tienen “la importancia y la hoja de vida” que se requieren en la situación que vive hoy Colombia. Para Benedetti, hay dos grandes retos que debe superar el Congreso: anticiparse a lo que sucede sin esperar a que los medios le pongan la agenda, y hacer un serio y juicioso seguimiento de las leyes. Lo cierto es que el Congreso fue un convidado de piedra entre 2006 y 2010, con su exiguo desempeño legislativo, no sólo en la cantidad de leyes aprobadas, sino en la falta de análisis y confrontación durante el estudio de las que le propuso el Gobierno. Para empeorar las cosas, más de 80 parlamentarios fueron procesados por sus relaciones con el paramilitarismo, y entre los elegidos el pasado 14 de marzo hay un buen número de congresistas herederos de los feudos clientelistas de los investigados, y otros tantos, de los que hay indicios de haber sido apoyados por los nuevos grupos criminales que operan en el país, y que son un obstáculo para lograr que el Congreso se vuelva “respetado y respetable”, como quiere su presidente Armando Benedetti. Será mucho más difícil cumplir esa meta, considerando el unanimismo que suscitó la rotunda victoria electoral de Juan Manuel Santos, de la que muchos sectores políticos con buena representación en el Congreso se sienten partícipes, lo que aminorará sin dudas la intensidad y energía en su función de control político y contrapeso al Ejecutivo. Un Congreso complaciente no será respetado ni respetable. Hay un hecho que hace albergar esperanzas en un cambio, y es la participación que se les dio a los partidos minoritarios, como el Polo Democrático, en las directivas del Congreso, lo cual puede ser una oportunidad única para que estos movimientos políticos puedan ejercer una oposición seria y, sobre todo, que sean escuchados por sus colegas con la misma seriedad. Cuatro temas están en el primer lugar de la agenda del Congreso, todos ellos trascendentales para el país: se trata de la reformas estatutaria de la salud, el ordenamiento territorial, el fondo de regalías y la reforma política, esta última convertida en un termómetro para medir la capacidad de los parlamentarios de cambiarse a sí mismos. Es arduo el esfuerzo que deberá hacer el Congreso para recuperar la credibilidad y la confianza de los colombianos. Por el bien del país, todos esperamos que sea un esfuerzo exitoso.

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS