Manolo tiene que regresar


El procurador General de la Nación, con base a la proliferación de licencias falsas y de construcciones sin el lleno de los requisitos decidió separar del carago a Manolo por tres meses. ¿Eso es consecuente? El alcalde no tiene ninguna injerencia en las decisiones sobre permisos de construcción, para eso existen funcionarios con funciones específicas dentro de los manuales de funcionamiento.

Todavía está a tiempo que se revierta la decisión tomada. Actuando en estricto derecho, y dentro de la función pública, Manolo no tiene ninguna culpa. La procuraduría actúo a la ligera. El doctor Carrillo lleva dos alcaldes, uno como Ministro del Interior y ahora como Procurador. Es un come alcaldes y en este singular caso, los dos fueron periodistas deportivos de la cadena R.C.N.

Si todos los días mueren niños, jóvenes, mujeres y ancianos en las puertas de los hospitales públicos, ¿el Ministro de Salud le asiste culpa de estas muertes? ¿O el presidente de la república es directo responsable por ser del resorte ejecutivo? En la Guajira murieron 99 niños en el 2016 relacionados con la desnutrición. Lo más reciente, la avalancha de Mocoa que fue anunciada con anticipación, ¿a quién han culpado?

Si los dineros girados por Odebrecht a las campañas políticas pasadas son hechos ya confirmados, por qué no se le abre pliego de cargos al presidente en la Cámara de Representantes. ¿El Procurador puede actuar de oficio? El Procurador también puede actuar de oficio por las más de 600 niñas afectadas con la vacuna del papiloma humano en el Carmen de Bolívar. ¿Es el Ministro de Salud culpable? Después de tanto tiempo que se presentó esta situación, sigue sin resolverse.

La voz del pueblo es la voz de Dios. Manolo recibió 125 mil votos de confianza para que administrara la ciudad por cuatro años. Manolo tiene que regresar. Su suspensión causa un daño enorme a la ciudad. ¿Han pensado en las consecuencias ciudadanas? El ejercicio del voto libre y espontaneo queda desvirtuado. La voluntad de todo un pueblo queda marchitada. Y en la conciencia ciudadana un sabor de ingobernabilidad que se traduce en no creer en las instituciones.


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