GUERRA SOCIAL Y PERIODISMO DE JUDICIALES


 

A mi juicio, la guerra social es la materia prima con que el periodista de judiciales confecciona la noticia que aparece en la llamada crónica roja. Se trata de un tema que tiene múltiples ángulos de discusión, porque desde que se inventaron, los medios de comunicación atraviesan todo el quehacer humano y sus acontecimientos.

 

  • Producción

 

Lo primero que hay que tener en cuenta es que los medios de comunicación son empresas y la mercancía que producen y venden son las noticias, entre muchos tipos de información. De manera que el periodista es un trabajador que cumple a su empresa y a su público. Cumplir con la empresa es seguir su línea editorial, sus reglamentos internos, su aspecto contractual. Cumplir con el público es satisfacer y sostener la expectativa diaria. La vida es expectativa, de hecho. El periodista es un profesional que “administra” esa expectativa que, en términos cartageneros, comienza el día con esta pregunta: “¿Quién cogió Universal hoy?”.

 

Se trata de una pregunta con que titulé un libro en 2005 y que me publicó la Universidad Tecnológica de Bolívar. Creo que hay que actualizar dicha pregunta y ajustarla a las nuevas dimensiones de la comunicación, sin embargo, no obstante los cambios, es la expectativa el vínculo entre el informador y su público.

 

Más que un “administrador” de la información y de la expectativa, el periodista es un humanista y ello implica una responsabilidad consigo mismo y con la sociedad que lo acoge. Y más, si se trata de un periodista de judiciales. Responsabilidad consigo mismo porque, a mi parecer, el periodista debe ser una persona culta, es decir, que por lo menos entienda en qué consiste el debate de la modernidad y la experiencia que hemos tenido con semejante fenómeno en últimos tres siglos. En otras palabras, que tenga conciencia histórica del periodismo de judiciales y su relación con la sociedad. El periódico, como el público que lo lee, son inventos modernos.

 

Dicho esto, la responsabilidad del periodista con su público tiene dimensiones profesionales y éticas. Profesional porque tiene que escribir bien, no sólo desde el punto de vista técnico, sino desde el punto de vista del rigor, y también, el creativo. Ético, porque el periodista tiene que respetar la ley, tiene que respetar sus fuentes, su público, sus colegas, las instituciones. Y, por supuesto, tiene que construir –a partir de los hechos- versiones equilibradas, creíbles y verificables.  El periodista, pues, hace un pacto comunicativo con su público que está sujeto a las convenciones de la expectativa.

 

¿Qué espera uno de la sección de judiciales de un periódico? Uno espera aproximarse a un mundo bien peligroso. El mundo de la guerra social, donde el periodista, es una especie de comisionado, de viajero, de mensajero que nos trae sus noticias más macabras. Las malas noticias, que siempre son miedosas. Y fascinantes. Esto último no lo digo porque la guerra social sea fascinante en sí, lo digo por el lenguaje periodístico y sus convenciones narrativas, sus estereotipos, sus esquemas sacrificiales, sus explicaciones de la tragedia ajena, sus aproximaciones a los aspectos prohibidos, ilegales, truculentos, escabrosos. Un mundo desconocido e inexplicable para la mayoría de nosotros.

 

Es por eso importante que los  estudiantes de comunicación lean “A sangre fría” de Truman Capote. Noticia hecha novela sobre una masacre familiar acaecida en Holcomb, Kansas de los años cincuenta.

 

 

  • Circulación

 

Después que el periodista de judiciales desarrolló su rutina profesional para confeccionar la noticia y se imprime el periódico, viene la etapa de circulación del mismo. Entra el juego el voceador, que para el caso de Cartagena, se trata de muchas mujeres batalladoras de la vida desperdigadas por toda la geografía urbana. El capitalismo, pues, es circulación, no solo de dinero y mercancías, sino también de ideas. Y es eso lo que porta un aparato comunicativo, una invención doméstica como es el periódico que ofrece chispazos y pistas: la posibilidad de que a la gente se le prenda el bombillo para lo bueno y para lo malo.

 

Fue la circulación del periodismo de judiciales inspiración para dos grandes géneros cinematográficos del siglo XX, como el cine policíaco y el cine negro. “El Padrino”, esa gran película de Francis Ford Coppola, basada en una novela de Mario Puzzo es pura noticia de judiciales. Al igual que muchas películas colombianas, como “Perro come perro”. Películas que, al igual que la crónica roja, obtienen su materia prima de la guerra social. Guerra que tiene que ver con el conflicto armado colombiano porque en buena medida se alimenta de él y de sus causas nunca resueltas. Una guerra que sintetiza implacable todo tipo de violencias: contra sí mismo, intrafamiliar, contra la mujer, contra la población vulnerable, contra la ciudad, contra los niños y adolescentes, entre las pandillas, entre el microtráfico, entre crimen organizado…

 

En nuestro caso, las malas noticias circulan en un contexto de permanente conmoción y por eso, muchos gobernantes y poderosos en una actitud despótica, tienden a matar al mensajero de las tales noticias. Existe una tendencia, a veces generalizada, de suspender la circulación de todo tipo noticias. Se amordaza al periodista de muchas formas: burdas y sofisticadas; esto último, se practica mucho en Cartagena, donde la auto – censura es común, pues, ningún periodista quiere perder su trabajo que, además de riesgoso es mal pago. Por su parte, controlar la circulación de las ideas es un aspecto crucial para el poder de cualquier régimen.

 

  • Consumo

 

Otra cosa es cuando el periódico y sus noticias judiciales llegan a manos de la gente. Allí el periódico y sus textos adquieren vida propia. Allí la expectativa se materializa en conversación social, cuyos temas son propuestos por la línea editorial del medio. Es decir, los periódicos proponen hablar de unos temas y de ocultar otros. En parte depende del aspecto ideológico de los dueños de los medios y, también, de los periodistas y su visión del mundo. En parte depende de los intereses que entran en juego, más allá de la guerra social, en distraer a la gente con el miedo. En enfocarse en lo coyuntural y  perder de vista lo estructural de lo que acaece en la ciudad, es decir: Muchas veces los medios nos distraen de las grandes decisiones que el poder político – económico, toma a nuestras espaldas.

 

Hoy por hoy, desde el periodismo y los medios de comunicación se propende por una renuncia generalizada al pensamiento crítico. A que no nos demos cuenta de las cosas y la prensa de judiciales tiene que ver con eso, porque se concentra en lo coyuntural.   

 

Eso no significa que se deba suspender las noticias de judiciales, ni más faltaba. Tales noticias se inventaron para registrar la tragedia urbana y ya. Noticias tenebrosas que se convierten en mitos y leyendas urbanas, como Jack “El Destripador” en la Inglaterra victoriana. O, “El chupacabras” en México. O, “El Pargo Rojo” en la Cartagena de los setenta. O, “El Violador de Arroz Barato” en la Cartagena de los ochenta.

 

“¿Qué hace la gente con lo que hacen de ella?” Preguntó en los años ochenta el pensador Jesús Martín Barbero, refiriéndose precisamente a la experiencia de lectura que el público tiene con un contenido, donde los protagonistas somos nosotros mismos reflejados en la tragedia ajena.

 

El consumo de prensa de judiciales en Cartagena, a mi manera de ver, es una experiencia de aprendizaje que consiste en leer la ciudad, a través del periódico.

 

¿Qué aprende la gente en Cartagena cuando lee la crónica roja? Aprende casi lo mismo que cuando no la lee. Vivir en Cartagena significa aprender cómo funcionan las formas sutiles e hipócritas de exclusión social, económica, política y racial. Leer periódico en Cartagena implica aprender a resignarse. Aprender a negociar el poco espacio físico y el poco espacio social que nos van dejando. Aprender la aguajería y a bembear al otro. A guardarse temprano en la casa y no disfrutar de la ciudad porque hay una guerra social implacable en sus calles. A no cruzar por ciertos barrios, a ninguna hora del día o la noche.  

 

  • De ¿Quién cogió Universal hoy? A ¿Quién cogió “Denuncias Ciudadanas Cartagena” hoy?

 

Para actualizar la pregunta que me hice en 2005, hay que tener en cuenta la fuerza irreversible de la digitalización de los medios de comunicación y sus múltiples formas y canales de circulación que hay disponibles.

 

Es evidente la migración masiva de lectores del papel hacia la multi - pantalla. El periodismo digital está inserto en una economía de la internet y ello exige un cambio en el perfil del periodista. Facebook es buen ejemplo de la comunicación digital, masiva y que no produce contenidos. Colombia tiene más de 22 millones de usuarios, donde el 60% ellos produce los contenidos de Facebook.

 

En palabras de profesor Manuel Castells estamos pasando de la Comunicación Masiva a la Autocomunicación Masiva. Excelente ejemplo de ello es la página de Facebook “Denuncias Ciudadanas Cartagena”. Es la misma gente y su compleja experiencia con la guerra social, la principal fuente de contenidos. Sin el intermediario convencional del periodista; sin autocensuras; sin mordazas; sin filtros institucionales. Irrumpe en el escenario comunicativo de Cartagena un medio que circula entre lo aceptado y lo anónimo; entre lo público y lo privado; entre lo caótico y lo reaccionario; entre lo que es y lo que no es, al mismo tiempo.

 

“Denuncias Ciudadanas Cartagena” nos plantea un nuevo debate que se veía venir desde hace tiempos. Hay que formular preguntas sobre la producción, circulación y consumo de dicha página. Preguntas sobre la libertad de expresión. Preguntas sobre quién y cómo se “administran” las expectativas de las denuncias, que son como las noticias de un periódico. Preguntas sobre el aspecto ético de la información que se produce y circula.

 

Preguntas sobre cómo el poder termina aprovechándose de este tipo de iniciativas espontáneas, que nacen del miedo generalizado y que se puede convertir en una forma de vigilarnos y delatarnos los unos a los otros. O, peor: de auto vigilarnos y auto delatarnos.

 

Tanto la crónica roja, como “Denuncias Ciudadanas Cartagena” pueden ser formas efectivas de mantener a raya la revuelta latente, al enfocarnos en lo coyuntural, a expensas de lo estructural que nos hunde en la guerra social.

 

 

 


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