El Comité de Cine y su Universidad: 40 años.


Recibí una llamada telefónica, en horas de la tarde. Comenzaba el mes de diciembre de 2015. Miguel Camacho Manjarrez, el Vicerrector de Bienestar Universitario, me habló: “Ricardo, sé que estás investigando la historia del cine. Resulta que estamos haciendo un inventario general y encontramos un archivo que te puede interesar”. Un par de años después, les comparto este link: https://mega.nz/#!OIFQRLaa!nLuXun62_BrJIdqLkVCXR0p0HtGZAiYSJs9IJO_3vsI
Se trata de un libro que comenzó con aquella llamada. La obra se titula: “El Comité de Cine de la Universidad de Cartagena. Sociabilidad estudiantil y cultura cinematográfica 1977 – 1983”.

Así las cosas ¿Qué significa investigar los inicios de un Cineclub en la Universidad de Cartagena a fines de los años setenta?

Lo primero que hay que tener en cuenta es lo que estaba pasando con los estudiantes, las universidades y la educación, no solo en Colombia, si no en el mundo entero. Después de la Segunda Guerra Mundial sobrevinieron varias revoluciones, de todo tipo, que, en el fondo, son una sola. El punto culmen fueron los años sesenta; creo que, si se comprenden aquellos años, se puede descifrar buena parte de la realidad actual. Entre tantos cambios, apareció una revolución cultural a nivel planetario liderada por jóvenes, hombres y mujeres, en casi todas partes. Fidel Castro, por ejemplo, llega al poder a sus 32 años en 1959. John F. Kennedy tenía 43 años cuando llegó a la presidencia en 1960.

En aquella década los jóvenes inventaron internet. Las mujeres se liberaban, una vez más, desde su pensamiento. Los universitarios del mundo entero cuestionaban, desde todos los flancos, la Guerra Fría y sus manifestaciones en Vietnam y donde ocurrieran las guerras de liberación colonial. El consumo de reconfiguró de muchas formas y se popularizó la moda de la calle: los jeans, las chaquetas de cuero, las minifaldas, los bikinis y el pelo largo. Las drogas, el sexo y la música pasaron a un primer plano en la vida sensible de millones. Todo aquello llegó y permeó a la juventud cartagenera.

Lo anterior tiene mucho que ver con la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla (1953 – 1957). Fueron los estudiantes, junto con sectores obreros y campesinos, entre otros, los que participaron en su derrocamiento. Muchos estudiantes murieron, con la esperanza de ver un país democrático. Fue ahí que apareció el “Frente Nacional”, un pacto entre los partidos liberal y conservador, para repartirse la burocracia y el poder de manera alternada, cada cuatro años. Fue ahí, también, cuando el movimiento estudiantil fue traicionado, una vez más. Fueron excluidos casi todos los sectores sociales.

Los estudiantes siempre lucharon por la autonomía universitaria en sus propósitos administrativos, catedráticos e investigativos, así como en la proyección social. En esa lucha, los cineclubes fueron cruciales en todas las universidades públicas de Latinoamérica y el Caribe. La represión estatal fue brutal. En 1971, por ejemplo, apareció el Programa Mínimo, una propuesta estudiantil para reformar la educación en Colombia. El gobierno de Misael Pastrana Borrero nombró a un joven, de solo 27 años de edad, como ministro de educación: Luis Carlos Galán Sarmiento. Sin embargo, no era un asunto de poner hablar jóvenes con jóvenes, más bien, se trataba de defender la educación pública, gratuita, soberana, de calidad. El diálogo fracasó, Galán renunció y arreció la represión.

Hasta ahora he puesto unas cuantas pistas de una situación muy compleja, que repercutieron en la vida escolar y universitaria de Cartagena durante tres décadas, al menos. Pistas que se entrelazan de manera insospechada con la aparición de los cineclubes. El primer cineclub de la ciudad lo crea Víctor Nieto Núñez en la primera mitad de los años cincuenta. Se trataba de una iniciativa que servía para actualizar la cultura cinematográfica de un público selecto y, también, para acceder a películas que estaban censuradas; es la prehistoria del Festival Internacional de Cine.

Es en los sindicatos de las empresas públicas, del puerto, de las industrias de Mamonal, y también, en algunos colegios y en la Universidad de Cartagena, donde aparecen los cineclubes vinculados a los movimientos sociales, políticos, culturales y de educación alternativa. Dicho esto, son los años setenta, ochenta y parte de los noventa la era dorada de los cineclubes en la Universidad de Cartagena y, también, en la ciudad.

Hace un par de años, cuando recibí la llamada de Miguel, avisé a Freddy Badrán, director de la Editorial Universitaria. Le pedí ayuda porque el archivo entero era del Comité de Cine que, en 2017, cumpliría 40 años de actividad sin interrupción. Y Freddy, estuvo allí prácticamente desde sus inicios. En efecto, encontramos documentos institucionales, archivos de prensa, rollos de película, actas del comité, encuestas aplicadas en la época, fotografías de entonces, instructivos, publicidad, listas de libros, listas de películas, cartas a embajadas y a empresas, entre otros elementos.

Lo primero que hicimos fue tratar de establecer unas etapas históricas del Comité de Cine, las cuales, se definen más o menos por las generaciones de estudiantes que cambian cada cuatro o cinco años. De manera que me concentré en la primera etapa.

Para el período mencionado, los estudiantes de la Universidad de Cartagena estaban convencidos del poder de las películas para emancipar las conciencias del público de la ciudad. Así, organizaron un cineclub que saltó los muros del claustro universitario, y durante poco más de tres años, fue alternativa a la cartelera comercial dominada por Hollywood. Gracias a los cineclubes de la época y al Comité de Cine el público cartagenero accedió a películas provenientes de la cinematografía mundial: cine del Caribe, cine norteamericano independiente, cine asiático, cine de los países comunistas; y, también, películas muy relevantes en la estética del cine relativas al neorrealismo italiano, al expresionismo alemán, la nueva ola francesa, el cinema novo y el nuevo cine latinoamericano entre muchos otros.

Aquel público pudo saber del devenir cinematográfico mundial, a la luz de las películas como El acorazado Potemkin (Eisenstein, 1925), Nosferatu el vampiro (Murnau, 1922), Metrópolis (Lang, 1927), El gabinete del doctor Caligari (Wiene, 1920) o El Chico (Chaplin, 1921) entre muchas otras. Para entonces, yo era muy joven. Creo que era 1981. Me acuerdo que conocí al estudiante de derecho Emery Barrios Badel, quien al final de una tarde me dijo: “Vamos al Comité”. Quizás tenía unos catorce años y pasaban una película francesa de espadachines, en blanco y negro. Estábamos en el tercer piso del claustro de San Agustín.

¿Para qué estudiar la historia del Comité de Cine de la Universidad de Cartagena? Para darnos cuenta del poder que tienen los jóvenes, cuando deciden cambiar el mundo. Aquel puñado de muchachos proyectaban sus ciclos de cine tres veces a la semana en los teatros Calamarí, Bucanero y, algunas veces, en El Naval. Sabían bien que el cine puede liberar las conciencias y el público les creyó. La gente tenía sed de otro cine distinto al comercial y, también, había sed de darse cuenta de las cosas del mundo. No había la indiferencia, ni la amnesia de hoy. En la fila para comprar boletas había obreros, empleados, periodistas, amas de casa, estudiantes de colegio, docentes, secretarias, dependientes y público de barrio.

Aquella llamada de Miguel Camacho fue para darme un premio. Así lo veo, toda vez que la Universidad de Cartagena se inventó hace 190 años para luchar contra el olvido. Tengo el honor de relatar la experiencia de un puñado de estudiantes que pusieron al público a hablar de cine en el trasfondo de los cambios que iban desde la Guerra Fría hasta la expansión desordenada de Cartagena. Al final del libro, Freddy Badrán y su esposa, reconstruyeron la lista de películas y los ciclos temáticos que se vieron en el Comité de Cine. Una cartelera que nos recuerda que lo nuevo, es lo olvidado.


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