El sabor de una uva salada


Se ha acabado el whisky
y escucho la voz de Piglia,
murió el seis de enero de este año,
habla con una leve indignación,
la convicción de una vasta literatura.
Tengo un vino de California,
lo he comprado ayer en Bremen.
Sé que terminaré bebiéndolo,
puede que a medias o la botella completa.
Ricardo Piglia habla sobre Borges.
Dice que los narradores se paran y explican
con todas las posibilidades del lenguaje:
mi habitación cada vez se parece más a una celda,
las cortinas abajo,
el aire quedo,
las botellas amontonándose en una mesa y en el piso.
Los libros abren la puerta;
(la voz de Piglia sigue dictando su conferencia)
escribo acostado,
la lámpara encendida,
noche negra como un pez,
influencia fúnebre,
la tristeza de mi humor.
He abierto la botella californiana,
es un vino barato
cosecha del año pasado;
pienso en el tiempo,
los árbitros invisibles,
los que doblan a su antojo nuestra vida.
Vierto el vino en el vaso sin lavar del whisky:
tiene el sabor de una uva que otro imaginó salada.


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