La libertad del temblor


Hace muchos años, esta ciudad fue el epicentro de actos revolucionarios que le otorgaron cierta libertad, digo cierta porque evidentemente, nunca seremos libres, la libertad se ha convertido en una palabra tan abstracta, en un acto de canje que cada vez más nos tiene prisioneros. Me atrevo a decir, que la libertad, así como la felicidad es -lastimosamente- un estado de ánimo; estado de ánimo perverso que no hace más que darnos golpecitos de seguridad para enfrentar las incertidumbres a las que somos expuestos desde que respiramos nuestro primer aire. A eso vinimos al mundo, a este hermoso mundo, a solucionar problemas.

Cartagena de Indias es un cúmulo de libertades dominadas, es la ciudad que por historia lleva el rótulo de libre, pero que en su esencia, en su núcleo, es otra cárcel más. Cada vez menos nos pertenece esta ciudad, ciudad que ha sido gobernada por entes externos, sociedad que ha sido repellada por la ignorancia, platanal que confunde el deber ser, con la obligación del tercero; comunidad que ha sido llevada en fila india a un abismo profundo, y ante ese suceso, no hemos hecho mayor cosa que aplaudir por nuestro propio fracaso.

Se avecinan otras elecciones atípicas en la ciudad, se avecinan vientos de poco cambio; elecciones programadas en principio por un destape fétido politiquero, un destape que le ha costado, y le costará toda la existencia a la ciudad, al Distrito, a todos. Otras elecciones atípicas, otro temblor que aguantar, que sobrevivir… otro escalofrío que aceptar. ¿Hasta dónde va a aguantar la ciudad? ¿llegará el punto en que este corral llegue a su tope, no pueda más, y como por un acto de nobleza, realice una implosión y se vuelva a parir?

Libres, sí, claro que lo somos, limitados, pero lo somos, yo soy libre de salir, pero no sé hasta qué lugar puedo llegar, no sé qué cantidad de obstáculos tendré en mi camino; libres, sí, ¿a qué costo?; ejerzo mi derecho al voto, ¿pero qué tan libre llego a él, que tan claro llego al tarjetón? Votar, acto limitado por muchos, episodio de extrema modorra que no soluciona nada para una gran parte de la sociedad. Votar, ejercicio hipócrita que beneficia fortunas particulares; votar: derecho que todavía no hemos sabido utilizar, y que nos tiene cada vez más cerca a los alambres del infortunio. Sufragio: dinámica particular que se usa para engordar la fe en algo que tiene poca probabilidad de regresar; elección: la herramienta más poderosa que han envenenado aquellos mercaderes de la miseria.

¿Qué es el voto? ¿es el voto libre? ¿qué tan libre somos para organizar el futuro? La libertad, tenga la definición que tenga, la libertad, significado que usted le quiera dar, es una de las herramientas más fuerte que tenemos, pero la más absurda forma de estar limitados. Cartagena es una vigorosa forma de repartimos la falsedad, y al parecer, a una masa extensa de ciudadanos les gusta eso, les excita la figura ficticia del personaje que usa la patraña como su forma de operar.

¿Qué podemos esperar de tan cíclico debacle? ¿es válido seguir lamentándonos por nuestras propias elecciones? ¿qué es lo que seguimos haciendo mal, en qué parte del letargo no hemos despertado? El temblor seguirá su rumbo, derrumbará casas, familias y trabajos, se acomodará para organizar el equipo de turno que ordeñará la ciudad, y al día siguiente, después que todo el tierrero pase, se llenarán las canteras nuevamente, para estar listos y preparados cuando suenen las matracas del desastre, y vayan otra vez, a rayar el papel que les indique el verdugo.

 


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