EL ÚLTIMO ANATOMISTA DEL CARIBE COLOMBIANO


Los anatomistas empujaron una atención médica explicada desde el propio organismo vivo y no por humores o miasmas suspendidos en el aire, cambiaron la medicina del oscurantismo y edad media, plagada de consideraciones mágicas, por una medicina más científica, la reconocida como Medicina Anatomoclínica.

La expresión “anatomistas” fue ampliamente utilizada en los siglos anteriores, para identificar a los que se dedicaban al estudio profundo de la anatomía humana. Eran expertos y realizaban acciones como profesores de la misma, conociendo y exigiendo el aprendizaje minucioso de los componentes anatómicos.

Por más de una centuria la anatomía fue el epicentro de la medicina, y la originada en Francia se convirtió en el faro que regó la luz de la anatomía por el mundo, promovió el auge de los anatomistas y el desarrollo de la disección de cadáveres humanos en los anfiteatros, acciones que estaban prohibidas y severamente castigadas desde antaño. El mundo médico se fortaleció alrededor de la disección del cadáver y en ese hecho de exploración, se sentó por décadas la investigación, educación y asistencia clínica.

La escuela médica de la Universidad de Cartagena no estuvo al margen de ese acontecer mundial. Es más, la educación médica cartagenera nació cuando la Medicina Anatomoclínica aún estaba en la cumbre como referente. Y como ha sucedido en diferentes campos, mientras en Europa estaba fortalecida la investigación en anatomía, en América sólo se adelantaba la trasmisión del conocimiento. En el libro “Réquiem por un viejo hospital” se lee que a mediados del siglo XX: “Los estudiantes o practicantes de medicina en Cartagena, leían en libros franceses o alemanes a la luz de titilantes velas, tenebrosos candiles o ahumadas pajuelas. Los estudios de la anatomía se realizaban en un anfiteatro en el trasfondo del Hospital Santa Clara. Un cadáver duraba dos o más años, el aire salino del mar los cubría de verdín, de moho a manera de penicilina y hasta los oxidaba junto a las mesas de hierro del local, por la humedad permanente”.

La enseñanza de la anatomía humana, siguiendo la corriente universal, se estructuró y nació en la Universidad de Cartagena en la década de los cincuenta del siglo XIX gracias al aporte de dos profesores que habían tenido formación médica en Francia y pueden ser llamados los primeros anatomistas. Fueron el doctor Vicente A. García, propiciador e iniciador de los estudios anatómicos en la Universidad de Cartagena quien cumplió con su cometido bajo condiciones incipientes y hostiles. Rafael Calvo Lamadrid lo sucedió en su gestión y por muchos años fue el profesor encargado de la enseñanza práctica de la anatomía. Una placa de mármol colocada en el anfiteatro del Hospital Universitario Santa Clara hizo justicia a su trayectoria como anatomista, su dedicación como docente y al valioso aporte que entregó a la Universidad. Hoy día dos calles del centro histórico de Cartagena llevan sus nombres.

Ya en los albores del siglo XX el profesor Rafael Calvo Castaño, hijo de Calvo Lamadrid, trajo de los Estados Unidos la fórmula Rawson para inyectar cadáveres con fines de conservación, una calle del barrio Manga de Cartagena, también lleva su nombre. Teofrasto A. Tatis, en esa misma época gestionó por vez primera la consecución de piezas anatómicas y fue gran entusiasta para el crecimiento del anfiteatro.
Estos cuatro profesores fueron pioneros y realizaron aportes sensibles para que se diesen importantes progresos en la enseñanza exhaustiva y meticulosa de la anatomía. Se pueden denominar anatomistas, ya que se destacaron por el amplio conocimiento de la anatomía humana y la experiencia en la identificación de las estructuras. Coherentemente como sucedía en todo el mundo, fueron exigentes y rígidos en el aprendizaje de la anatomía, requisito imprescindible para el posterior abordaje de los enfermos.

Ellos fueron seguidos por otros profesores que realizaron la cátedra de anatomía con igual perfil de exigencias y profundidad. Merecen el denominativo de anatomistas los profesores: Manuel Pájaro Herrera, Lascario Barbosa, Enrique Solano, José A. Caballero Lecler, Manuel Francisco Obregón Flórez y su hijo Francisco Obregón Jaraba, que en 1925 regresó de París, donde había sido alumno del anatomista A. Latarjet. El profesor Obregón Jaraba ejerció el cargo de jefe de anatomía y docente de la cátedra por cerca de treinta años. Trajo el 29 de julio de 1931, al profesor de la Facultad de Medicina de París, André Latarjet coautor con Leo Testut del voluminoso tratado de Anatomía Humana conocido como Testut-Latarjet y utilizado por muchos años como libro básico de anatomía, visitó la Universidad de Cartagena, el Hospital Universitario Santa Clara y el Lazareto de Caño del Oro.

Posterior a Obregón Jaraba, la cátedra anatómica fue encargada al doctor Carlos Manuel Esquivia Cortina, quien era preciso, claro y práctico en sus enseñanzas. Sus clases empezaban a las siete de la mañana cada dos días y las prácticas de disección eran diarias y se extendían por muchas horas. A su retiro las labores fueron abordadas por el profesor Rafael Alvear Terán quien conservó el modelo durante todos los años de su ejercicio como profesor de anatomía. Fue el último en cumplir la enseñanza de una anatomía estática, pura y puntal, donde se exploraba todos los huesos y órganos anatómicos dentro de una elevada carga horaria.

Todos los profesores de Anatomía de la Universidad de Cartagena, orientaron la enseñanza de la anatomía bajo un corte influenciado por la medicina francesa, tanto en la organización docente como en la práctica. Generaron un favorable impacto social en la comunidad de Cartagena y el caribe colombiano, ya que era usual la llegada de estudiantes de medicina de todos esos lugares. La Universidad de Cartagena era para esas épocas el único centro universitario del caribe de Colombia y recibía incluso estudiantes provenientes de países vecinos de Sudamérica y Centroamérica.

En la Facultad de Medicina existió por años el cargo de Disector anatómico, el cual alcanzaban por concurso los estudiantes de medicina de últimos años, hasta que desaparecieron faltando un par de décadas para el fin del siglo XX. Para esos momentos ya en la Facultad de Medicina de la Universidad de Cartagena, siguiendo corrientes de educación médica universal, la cátedra de anatomía se había reducido notoriamente, simplificándose el aprendizaje anatómico. Fueron cambiados los voluminosos tratados de anatomía por delgados resúmenes y desapareció la importancia de la disección de cadáveres.
Rafael Alvear Terán el último anatomista del caribe colombiano nació en 1907 en la población de Villa Rosa, corregimiento de Repelón, departamento del Atlántico. En el año de 1927 recibió grado de bachiller y al año siguiente fue admitido a la Facultad de Medicina de la Universidad de Cartagena. Durante su etapa de estudiante universitario fue miembro activo y presidente del Centro Departamental de Estudiantes de Bolívar, en el cual puso empeño y esfuerzo para defender los derechos de los estudiantes. Fue disector anatómico y el 1 de noviembre de 1935 obtuvo el título de Médico y Cirujano. La prensa local al respecto resaltó: “su juventud, sus capacidades, su especial don de gentes y su consagración al trabajo”. Fue un personaje admirado por sus compañeros debido a su brillo, lucidez y elocuencia. Es recordado aún como un hombre corpulento, de andar pausado, bien vestido, siempre de blanco y acompañado por un sombrero blanco.

Regresó a la Facultad de Medicina de la Universidad en 1939, ahora como profesor interino de clínica terapéutica, no obstante en 1941 pasó a ser profesor interino de anatomía. En 1955 fue distinguido como profesor de anatomía. Por medio de la Resolución N° 90 del 31 de marzo de 1962, emanada de la a Universidad de Cartagena, fue clasificado como profesor de anatomía con el carácter de titular, siendo el último en recibir dicha denominación académica. Realizó una recopilación sobre las articulaciones y construyó un cuadro sinóptico de los huesos del cuerpo humano. Ambos fueron utilizados para la enseñanza de la anatomía por muchos años. Estuvo al frente de su cátedra de forma ininterrumpida hasta la jubilación en el año 1972. Recibió el 19 de diciembre de 1985 de la Universidad de Cartagena el diploma de Profesor Honorario, en homenaje a sus bodas de oro profesionales, al ejercicio que desempeñó con dedicación y competencia como Profesor Titular de la Cátedra de Anatomía y por su voluntad de servicio a la comunidad. Falleció en la ciudad de Cartagena el 12 de julio del 2002 a los 95 años de edad, cuando la Medicina Anatomoclínica era pieza elegante en los museos donde fue recluida luego que nuevas corrientes, así como novedosos enfoques y tecnologías estaban explicando la esencia de la salud y la enfermedad. Para el siglo XXI, los anatomistas están grabados en las páginas de la historia de la medicina local y universal.


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