Parque del Centenario, en los días de las rondas de humor

Los lugares comunes del humor local


[inline:humor_01.jpg] El sentido del humor es un componente de la inteligencia y de la personalidad. Un rasgo genético humano y fiel reflejo de la razón. Así lo definió el siquiatra Eric Berne. Hablar del humor es hablar del Charlot de Chaplin, que con el lenguaje de los gestos hizo brotar en sus espectadores, con asombrosa facilidad, carcajadas durante sus múltiples puestas en escena y películas. El actor inglés siempre será un referente de que en el humor, el talento unido a la disciplina, moverán al mundo. Reconozco que las distintas expresiones del humor local tienen un gran potencial; me refiero al que se está haciendo independiente y  fluye por ahí por las redes sociales. Ese, nuestro humor, también necesita de la dedicación, la disciplina y el esfuerzo de quienes lo hacen. Pero también del apoyo y la compresión institucional, social y gremial. A mi memoria vienen las sesiones de chistes de personajes como El Cuchilla, El Zorro, o actualmente el Uso Carruso, a quien personalmente conozco y sé de sus altas calidades humanas, contrario a lo que puedan pensar por el lenguaje florido que utiliza o la verborragia obscena que circundan sus chistes. Especial atención hay que dedicarle a los talentos jóvenes, figuras que brillan en el mundo virtual, con la particular característica de representar a la barriada, lo popular. Entre estas figuras se destaca la sicóloga Katherin Arteaga creadora del personaje de “Mildre” con el que representa a una mujer de 50 años, madre y opinóloga que es el fenómeno en las redes; merecidamente, dado que el proyecto de esta profesional ofrece contenidos de alta calidad en su expresión humorística. Pero, de otro lado, creo que hemos caído en una especie de estancamiento, en un charco de más de lo mismo: en la parodia vacía de quienes tienen identidades diferentes; en lugares comunes, en la ironía que ensalza al machismo pero cuyos contenidos se quedan en la superficie. Por eso propongo, con respeto a quienes está dedicados a hacer humor, que  en lo que nos atañe debemos probar otras apuestas. Como costeños debemos hacer gala de nuestra identidad costeña, eso es indiscutible y un ejemplo de ello fueron los personajes de Cheverísimo, con “Las vainas de mi pueblo” en primer lugar, pero la clave está en cómo representar la idiosincrasia con contenidos de calidad. Es decir un salto al profesionalismo. Bregar por una apuesta humorística que se aleje de lo insustancial; que permita el crecimiento de los comediantes o actores, en donde la academia les alargue una mano y juegue un papel clave en la formación de estos artistas. Entre otras el artista debe saber que “una sola golondrina no hace verano” y es indispensable el apoyo en asesores, guionistas y creativos. Pensarse como empresa. Dicho esto, es cierto que el movimiento humorístico local merece también el respaldo del Estado, la sociedad civil y las organizaciones, porque se trata de una profesión, y con sobradas muestras podemos decir que “hay material”. A ese talento innato que tienen nuestros jóvenes cartageneros de todos los estratos para el baile, la música y la actuación, se suma el del humor. Hay un semillero. Pero como a todas las actividades que aquí cito, le pasa lo mismo: se convierte en un arte soslayado, pasado a menos, sin el reconocimiento económico debido y sin el respeto adecuado. Aquellos humoristas pioneros del Parque del Centenario han sido unos “mártires” a pesar de su escasa formación. Hicieron y siguen haciendo de tripas corazón, a pulso, de allá para acá con tan solo la inventiva y la disposición a pesar de los problemas personales y familiares. Recordemos que El Zorro y El Cuchilla encarnan el drama de dos cartageneros pobres golpeados por las visicitudes de una vida difícil. Es hora entonces de romper el paradigma y saltar del lugar común a una actividad organizada que exteriorice al máximo el potencial de quienes ven en el humor, no un pasatiempo sino una profesión, porque en su oficio los humoristas deben ponerse serios, tal como dice el recordado humorista Groucho Marx, «No reírse de nada es de tontos, reírse de todo es de estúpidos”.


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