Arde París


El 7 de febrero se cumplió un mes de la masacre de París en la sede del semanario satírico Charlie Hebdo, el cual está a 11 minutos a pie de la emblemática Plaza de La Bastilla, tomando el boulevard Richard Lenoir.
En la  Place de la Sorbonne, allí en donde Gabriel García Márquez solía sentarse a pensar fragmentos de "El coronel no tiene quien le escriba", se respira, me cuenta un amigo, el vaho del miedo por aquel acto vil. 
El crudo asesinato de  caricaturistas, periodistas y colaboradores de la revista satírica en el  París tranquilo que era una fiesta para Hemingway, la cuna del "boom latinoamericano" y en buena medida la libertad de expresión,se convierte en una ofensa a eso que llamamos el espíritu de la civilización de la cual París es uno de sus símbolos.
La toma de la  fortaleza de La Bastilla de San Antonio, marcó el inicio de la Revolución Francesa.  Entonces unas 100 mil personas, una masa de parisinos inconformes contra la monarquía y el absolutismo, se tomaron el 14 de julio de 1789 las calles la ville lumière (la ciudad luz) hasta llegar a a esa guarnición que representaba la represión y la muerte, en defensa de los ideales de la democracia, los principios del voto libre, el poder del pueblo y la conformación de un Estado fundamentado en una carta constitucional.
A ese momento histórico corresponde la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano,
de cuyos ideales emergió la importancia de la libertad de expresión en el mundo, la misma que el fundamentalismo yihadista socavó el pasado 7 de enero.
La sátira y la caricatura como libre expresión es parte integral de la crítica. Con los hechos de  Charlie Hebdo se intentan pisotear dos siglos de logros en las aspiraciones colectivas y ciudadanas.
Por eso lo más de tres y medio millones de personas que salieron a protestar desde la Place de la République el domingo 11 de enero, refrendan el derecho a preservar esos principios de libertad, al derecho a la opinión, cuyo movimiento se produjo hace 226 años por sus ancestros parisinos.
Pero es París otra vez el que arde, el escenario natural de la lucha por las libertades, por eso creo que aunque se cierna sobre sus callejuelas y bulevares el vaho ignominioso del terrorismo, los nombres de las 17 muertes de París deben convertirse en otro símbolo indeleble, en el corazón de una ciudad famosa por su simbología, en la lucha por preservar la libertad de opinión, de expresión y de prensa.

PD:Hoy que estamos a 9 de febrero Día del Periodismo en el país, presento mi rechazo total a las amenazas contra periodistas en Colombia y  la Costa Caribe. También hago un llamado al respeto por esta profesión y a quienes la ejercen.
 


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