Hoy, más que una, son muchas las historias que hay detrás del cuerpo de Guardias Ambientales Voluntarios de Colombia, organización sin ánimo de lucro que se creó en Cartagena el 10 de junio de 1987, bajo el nombre Guarda Bosques Cívicos Juveniles de Colombia.
Para esa fecha, su labor era crear viveros escolares y realizar campañas de educación ambiental y reforestación. Con el tiempo, esta labor fue cambiando hasta el punto en que hoy, para muchos animales, cada miembro de la Guardia se ha convertido en un héroe; un héroe que no usa capa.
Roberto Enrique Ruiz Moreno, quien es miembro de este programa desde el primer día, y cuya dirección ejerce desde 1999, contó cómo empezó la loable labor de rescatar, sanar y proteger a indefensos animales abandonados o maltratados.
“El grupo de Guardias Ambientales nace de la creación de Guarda Bosques Cívicos Juveniles de Colombia, programa del antiguo Instituto Nacional de los Recursos Naturales Renovables y del Ambiente (Inderena). Estaba conformado por 37 jóvenes y, una vez se extingue el Inderena, pasa a tener el nombre de Guardianes Ecológicos del Distrito, en la administración de Gabriel García Romero. Luego, en 1996, en la administración de Guillermo Paniza Ricardo, se le da el nombre de Guardias Ambientales Voluntarios de Colombia”.
Señaló que “con el cambio quedamos bajo la coordinación del Departamento Administrativo del Medio Ambiente y comenzamos a cumplir funciones de apoyo a las autoridades ambientales: educación ambiental, control y vigilancia, rescate de animales, prevención y atención de desastres, entre otras”.
Y así siguieron los guardias ambientales hasta que se creó el Establecimiento Público Ambiental (EPA) y no fueron incluidos en su estructura administrativa. Esto no frenó su labor y comenzaron a operar como Organización No Gubernamental (ONG). “De 37 jóvenes, hoy tenemos 420 en Cartagena y 1.300 en los municipios de Bolívar. Tenemos guardianes ambientales en San Basilio de Palenque, Sincerín (Arjona), Mahates, San Juan Nepomuceno, San Jacinto, El Carmen de Bolívar, Santa Rosa, Arenal, Villanueva, Ovejas (Sucre), y en Cali (Valle) ya tenemos la primera unidad. Tenemos un coordinador por municipio”, destacó Ruiz.
Añadió que “estamos alineados con la Secretaría de Educación Distrital y tenemos convenios con colegios, tanto públicos como privados, para desarrollar voluntariados con estudiantes entre los 14 y 18 años. Ellos se reúnen periódicamente y realizan actividades en favor del medio ambiente en las mismas comunidades donde están asentados. Cerca de 12.700 jóvenes han cruzado por nuestra institución”.
‘El Pirata’ inolvidable
Entre esos miles de animales rescatados hay unos que han marcado a los guardias ambientales, les han dejado huella. Son de esos que llaman inolvidables. Uno de ellos se apodó ‘el Pirata’.
“A ese burro lo rescatamos en Villa Rosita en 2006. Lo llamamos así porque le faltaba una pata trasera. Un sujeto, conocido como ‘el Pirata’, se la mochó. La gente decía que lo sacrificáramos, pero no accedimos y vivió con nosotros en el parque Espíritu del Manglar hasta días antes que lo reconstruyeran en 2015; murió de viejo”, rememoró Ruiz. Con orgullo indicó que “al ‘Pirata’ lo salvamos, le curamos la pata y lo enseñamos a caminar con tres. Corría bastante. Era muy conocido en Chambacú. Se salía del parque y se iba hasta los talleres, donde los mecánicos le daban agua, comida, hierba. A veces nos lo traían porque se alejaba, la gente estaba pendiente de él”.
Del autor de la crueldad que fue víctima el burro dijo que “a ese individuo le decíamos ‘el Pirata’ porque le gustaba cortarle las patas a los caballos y burros, con guayas. Lo hizo durante varios años. Nunca se supo quién era, se desapareció así como apareció. Los casos se registraron entre San José de Los Campanos, Villa Rosita y La Carolina. En ese triángulo operaba él. Se registraron como 10 casos. A algunos animales tuvimos que sacrificarlos porque les mochó las dos patas traseras o delanteras”.
Al rescate de los animales
En 10 años, los guardias ambientales han rescatado alrededor de 8.600 animales. “Los que empezamos con el rescate de animales en Cartagena fuimos nosotros”, resaltó Ruiz, agregando que “en compañía de la Umata (Unidad de Asistencia Técnica Agropecuaria), por el año 98, comenzamos a preocuparnos e interesarnos por el rescate de los animales maltratados en la ciudad”.
Precisó que “en la parte de fauna silvestre, que es nuestro objetivo principal, se rescatan en un 60 % reptiles, como serpientes y babillas, debido a la situación geográfica en que estamos. En la temporada de lluvias y en la de Semana Santa, por el consumo de hicoteas, es cuando más se nos incrementa el rescate de estos animales. En un porcentaje más pequeño, digamos que en un 30 %, rescatamos aves, y el restante son mamíferos. El mono aullador es el que más se rescata, seguido de ponches y ardillas”.
Ruiz advirtió que entre los años 2010 y 2012, los burros fueron los que más padecieron la crueldad de los humanos. “Rescatamos a muchos porque los pandilleros practicaban sus primeras agresiones en estos pobres animalitos. También por la procesión en el cerro de La Popa, para la que traen a muchos burritos y después que los ocupan los dejan tirados en la ciudad. Después de estos, los animales domésticos más rescatados son los caninos, por violencia, por maltrato”.
Contó que los animales rescatados eran llevados a un albergue. “Tuvimos uno temporal auspiciado por la Umata, en Turbana. Allá llevábamos perros, caballos y asnos. Recibían auxilios veterinarios y eran adoptados por algunas personas. Eso fue en el gobierno de Judith Pinedo, que hicimos un convenio. Se asignó un presupuesto creo que por un año, pero se acabó, la administración siguiente se lo otorgó a otra persona y no supimos qué pasó con eso. Fue la única vez que tuvimos respaldo de un albergue”.
Ahora, “los animales silvestres son entregados al EPA y ellos disponen del animal. En el caso de los domésticos nos apoyamos en fincas. Por ejemplo, la de Los Flamingos de Santa Rosa. Otra en Aguas Prietas. Nos prestan fincas donde llevamos los caballos, burros, ellos se recuperan y la Umata se los entrega a campesinos que los quieran, porque nunca los reclaman”.
Ya no hay estación de paso
El director de la Guardia Ambiental recalcó que en el renovado parque Espíritu del Manglar ya no hay estación de paso para animales abandonados o maltratados. “Antes de la construcción del parque, cuando estaba abandonado, nosotros teníamos una estación de paso donde traíamos a los animales y de ahí los llevábamos al albergue. Como los guardias estamos en el parque Espíritu del Manglar, la gente cree que ahí todavía funciona la estación de paso que teníamos con los animales y los abandona en los alrededores del parque. En estos momentos estamos recibiendo muchos gatos”.
Agregó que “el problema es que a muchos costeños les gustan los animales pequeñitos. Apenas se crecen los dejan de querer, les cogen fastidio. A veces, por la falta de espacio o porque les da pereza sacarlos a orinar, a hacer sus necesidades fisiológicas, prefieren abandonarlos”.
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